viernes, 6 de enero de 2017

ARQUEÓLOGO DESCUBRE POSIBLE PICADERO FURTIVO DE CACIQUE IBERO (I)

         
En la  página en Facebooc  de los amigos del Museo (o lo que sea y cuando sea)  de Cártama, ha parecido  días atrás, con profundo sentido del protagonismo mediático populista, una noticia  según la cual, un arqueólogo forastero que al parecer hacía futing  por las inmediaciones  del Tajo de la Umbría encuadrado dentro de los lindes de la emblemática finca, Trascastillo, ha venteado fóllegas, según afirma y hacen suyo los arqueólogos del lugar, iberas, concretadas en una especie de murallón de argamasa que, dado lo elevado, intrincado y abrupto del paraje y  difícil acceso, y más en los tiempos iberos en los que por allí habitaban osos, lobos, víboras y otras alimañas peligrosas para el hombre, la propuesta resulta, cuando menos, inverosímil.  

Entonces, gentes con  suficientes luces de esta Villa consultadas han echado el caletre a pensar en el “caso” y han venido a convenir, para  no dejar por embustero a nadie, que lo más colegible es que esos vestigios corresponden al picadero furtivo de algún sicalíptico cacique  ibero turdetano de los entonces asentados por estos pagos.

Resulta que esa finca la tuve yo un tiempo y fui quien trazó los caminos  que serpean sus 20 Has de cabida que llevaron a cabo con sus máquinas los hermanos Díaz, y algunos ya conocíamos tales vestigios y dimos reiteradas veces noticias  de ello al Ayuntamiento, entonces bajo la clerical  égida de Escalona; pero ni mijita de interés por estimar  que carecía de él.


El asunto tiene mucho arroz que menear, pero para no cansar al amable lector con una profusa exposición colateral del entuerto, por hoy dejémoslo aquí, no sin antes adelantar, que la enorme ladera sur del Castillo quye corona el Cerro de la Ermita, fue ofrecido por esta parte gratuitamente a través del concejal, Rafael Rubio Mingorance, a dicho alcalde que arguyó que no me iba a dejar  apuntarme ese tanto en aras de mi pueblo,  que lo haría él expropiándomelo. Cosas de los políticos, que no tienen enmienda.