jueves, 23 de junio de 2016

LOS PÁJAROS Y LOS NIÑOS DE LA GUERRA


                               
            En los ocasos estivales, aquel ruiseñor prodigaba su nostálgica melodía velado por el cendal  que tejían las  trémulas hojas   del álamo de  los quijeros  de la agarena acequia del Barullo.
         En otra estación la oropéndola de cuerpo amarillo y alas negruzcas, era la que lanzaba su  melopea: tiri-aliuuu  cuando la luna llena.
         Igual que Dios, el chopo de la acequia debía amar  mucho a  los  pájaros cantores que endulzaban con sus cantos  los atardeceres con candilazos rojos el alma sensible de  los campesinos  niños pobres que son poetas.
         En el enorme álamo blanco del camino saltaba de rama en rama el diminuto pajarito chamarín  del agua al que las tardes con nubes negras los niños le preguntaban: “Pajarito del agua, ¿lloverá?”…
         En su inefable pipiá el pajarito modulaba un dulce canto que lo interpretábamos como su respuesta: “¡Si señor, si señor, sí señoooooor! ¡Qué inocentes eran entonces los niños poetas de los campos de la ribera!

         Y vino una guerra, y  los ojos de aquellos niños vieron cosas terribles…y, les llamaron, en vez de niños poetas, “niños de la guerra