martes, 21 de junio de 2016

ESTOY TENTADO A HABLAR


            No abundamos ya  quienes por edad fuimos testigos (“niños de la guerra”) sufrientes de una   república por todos anhelada que llegó en abril de 1.931; pero el día 20 de mayo del mismo año, al mes de implantada,  ya  se autocondenó a un trágico fracaso con la quema masiva de bibliotecas, iglesias, conventos  y persecución feroz de las libertades, incluida la práctica de creencia  religiosa  y la  persecución  de la libertad de expresión, hasta el extremo de que  intelectuales y artistas que avalaron y propiciaron su advenimiento (Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala. Azorín, Pío Baroja, José González Marín y otros preclaros  personajes de las letras y el arte), se vieron muy pronto obligados  a exclamar doloridos: “No era esto, no era esto…”;  no era aquello lo que habían deseado y avalado con su prestigio   para hacer una España nueva más justa, tolerante, culta  y progresista.
            Si alguien quiere saber  a través del imparcial testimonio de un diplomático y hombre de empresa norteamericano, Edwar Norton, nada sospechoso de prejuicios ideológicos  ni de  parcialidad política afincado en Málaga durante el periodo que ésta estuvo dominada por el Frente Popular,   le recomiendo lea (si sabe hacerlo)  su libro publicado en Norteamérica y después en España, “Muerte en Málaga”.  Leyendo este libro no sólo se conoce de una manera fidedigna y detallada lo que pasó en Málaga capital, sino también en todos los pueblos de su provincia y de España, durante el periodo que estuvieron bajo el gobierno autollamado  “rojo”.
            Como un dato elocuente del ambiente que se respiraba en la II República, en la  Introducción que hace en dicho libro el  ilustre académico de la Real Academia de San  Telmo, José Manuel Cabra de Luna, transcribe las siguientes palabras  de la entonces  Diputada  Margarita Nelken: “  Exigimos la revolución. Pero una revolución del tipo ruso no nos puede servir de ejemplo porque en España, llamas gigantes deben alzarse para ilumninar el planeta y olas de sangra deben teñir de rojo los mares”…
            Y el mismo señor Cabra de Luna  dice del autor  del libro, Edward Norton, director de la gran empresa de exportaciones, Bevan: “Muerte en Málaga no es una obra de análisis político. Es  un relato fruto de la reelaboración de un diario tenazmente mantenido durante todo el tiempo en que tuvieron lugar los sucesos que se narran…” “ El gran valor de la obra de Edward Norton  es el de que él estaba allí.  No se trata de un testigo de referencia, ni se trata de un protagonista de los hechos a los que necesariamente conota de su propia carga emotica y de la perspectiva de su mirar. Es el valioso testimonio de quien, sin pertenecer a esa sociedad, decide libremente quedarse en ella en una circunstancia de crisis total; es la memoria de un hombre libre…(ante el horror que estaba presenciando),  tras afirmar no tener ninguna veleidad fascista, anhela que las tropas  del general Franco tomen Málaga para imponer orden, para concluir con aquella situación caótica que describe…”

            Confieso que para  mi poco nuevo contiene este libro, dado que todo lo que sustancia lo viví y presencié en Cártama y, aún más, porque fui víctima de ello  con una intensidad que  quedó indeleblemente en mi memoria como en la todos  los niños que presenciamos aquel horror  que, algunos están  jugando temerariamente a repetirlo, motivo ello de que yo, contraviniendo  mi norma de callar al respecto, esté ahora, a la vista de la imprudencia  de algunas posturas y provocaciones políticas, TENTADO A HABLAR.
 
            Málaga y Cártama son teselas del gran mosaico que conforma nuestra piel de toro geográfica y, obviamente, lo que pasó en ellas  en aque aciago periodo hustórico, fue lo que pasó en todos y cada uno de  todos los pueblos y ciudades de España.

            En virtud, pues, de la recalcitrante cadena de fabulaciones históricas  que sobre dicho periodo  se vierten  temerariamente hoy,  la TENTACIÓN A  HABLAR es casi iurreprimible y, en justa y verídica reciprocidad,  llamar, tal  aconsejaba el  sabio benedictino Feijoo,  a los que  mienten, embusteros, a los que roban, ladrones y, a los que siembran el odio guerracivilista, asesinos. ¡¡¡Asesinos…!!!