viernes, 24 de junio de 2016

EL MAL FARIO DE JOAQUÍN, EL GITANO “ESQUILAOR”

          
         Como era costumbre,  aquella mañana temprano antes de bajar del pueblo al sombrajo de labor que mi padre tenía en la vega, me llegué al Bar  de Pepe Vargas, después y hoy, “El Lorito”, a tomarme un calibre de aguardiente de “El mono”, cosa que en aquel entonces era hábito matutino de las gentes del campo;  dos calibres me vareteaban, pero uno me elevaba el tono vital para encarar  las faenas del día. Y así hacía.
         En ello estaba, sentado en un velador, cuando veo que  entra al bar Joaquín,  el gitano,   ducho como todos los de su raza, en esquilar  bestias (burros, mulos y caballería), quien  de pie en el mostrador, farfulla con deje calé: Lorito, ponme un mitad  calentito  y bien “cargao”.  Tras Joaquín, se acercó también al mostrador a tomar su  café y copa, Monte, el guardia civil; venía  con  uniforme, incluido el  tricornio;  Joaquín,  lo miró de reojo, se le notó un cierto desasosiego y  el semblante  le empezó a palidecer ostensiblemente.
         Tirados de máquina  ambos cafés, el Lorito le dice al guardia civil: Ahí tienes tu café, Monte,  y, toma este otro y hazme el favor de arrimárselo  a Joaquín que,  a mí,  con las damajuanas que ahora  tengo aquí dentro me cuesta trabajo llegar a él. El civil le alargó con toda naturalidad el café  a Joaquín quien, sin decir esta boca es mía, sí  desparramó una  aviesa mirada sobre el  tabernero.
         Entonces, las relaciones  entre  gitanos y la guardia civil eran tan incompatibles como las de hurones y conejos. Monte despachó rápido el café y copa para salir pitando porque, según dijo,  entraba de servicio.
         Cerciorado Joaquín de que el civil estaba ya lejos, interpela con torcido gesto  al tabernero y le enjareta: “Loro, otra vez que te pida un café, si es que vuelvo algún día por aquí,  me lo pones tú, como dios ordena, y no me lo mandes con naide, y menos (¡qué le parezca a usté!), con un guardia civil con tricornio. Me has metío el mal fario pa to el día..¡Toma cóbrate, cóbrate, cóbrate…!” .  Y,  se las najó.
         Joaquín era, como todos los calé, supersticioso,  estaba en que  el “Loro” le había echado el “cenizo” con su ocurrencia,  pero tenía que buscar  trabajo como todos los días para dar algo de comer a su abundante prole; tiró hacia la vega por la salida de los “caños gordos” y, al llegar por el camino de Talento a la acequia, vio que al otro lado,  trabado sobre un careo de yerbajos había un borrico padre con gran pelambrera. Al cruzar por el puente de  la huerta de José “Pajarito”, vio a este  sentado a la sombra de  un albaricoque con un manojo de esparto bajo el sobaco haciendo una soga lazo de cinco ramales.
         --Buenos días José-
         --Hola Joaquín, ¿ a onde…?
         --Que he visto el burro y necesita  esquilarlo ¿a tí  te paece  bien?
         --Me da igua, jaz  lo que te parezca
         --Pue ahora mesmo meto mano a la obra
         Joaquín, cayó en la cuenta de que había sido injusto con “El Lorito” al acusarlo de meterle el bajío, pues no más salir del pueblo había encontrado  faena;  se esmeró  para agradar a su amigo e  hizo sobre  el burro una verdadera obra  de arte; cuando terminó se fue en busca de José “Pajarito” quien, falto de sueño por la guarda nocturna del melonar del otro huerto,  se había quedado  dormido como un lirón.
         Joaquín  zarandeó un poco a “Pajarito” que despertó un tanto malhumorado-
         --¡Joaquín, coño, que quieres ahora…!
         --Que he terminado de esquilar el borrico y vengo a que lo veas y me pagues, son dos duros,  por tratarse de ti, yo cobro más…
         --Pero hombre… si el burro no es  mío, es de uno de los jornaleros de aquella cuadrilla que está binando papas en el cañamillo de Frasquito Talento…
         --Pero tú  me dijiste que lo pelara
         --No, tú me dijiste que lo ibas esquilar y si a mi me parecía bien, y yo te contesté que sí, pero el burro ¡¡¡no es mío, Joaquín!!!
-- ¡¡Ay, la leche que mamó el “Loro”, será posible  el mal sino en que ma metio el papagayo ese… Hoy ya ni toco la tijera, me vuervo a mi casa y  ma cuesto…

Dicen que Joaquín ya nunca más volvió por el Bar “El Lorito”.