lunes, 8 de febrero de 2016

CARTA DE UN ILUSTRE INTELECTUAL A SUS PAISANOS DE CÁRTAMA

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ACABO DE RECIBIR LA SIGUIENTE CARTA QUE ME HA EMOCIONADO Y QUE ME APRESURO A TRASLADAR A TODOS MIS LECTORES Y QUERIDAS AUTORIDADES DE  NUESTRO PUEBLO Y DE LA COMARCA GUADALHORZANA, ETC.


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    Estimados amigos:
Les escribo con la confianza que da el dirigirme a mis paisanos. Aunque nací en la Estación de Cártama, en concreto en la calle Juan XXIII, en 1967, la imagen de Cártama blanqueando la montaña siempre está en mi corazón y preside mi niñez y en ella están enterrados mis abuelos y a su ermita he subido muchas veces con mi madre. En lo poco que puedo hacer por Cártama, siempre he lucido con orgullo su gentilicio, que siempre figura en los libros que me han publicado. Soy profesor de Griego y Filosofía en el IES. Martínez Montañés, de Sevilla, y también escritor y debo muchas de mis vivencias a Cártama, especialmente la motivación y la ambientación de mi novela Las vírgenes prudentes (Mono Azul, 2005), así como muchos recuerdos y vivencias de mis libros de poesía (Menos la luna y yo y A merced de los pájaros).
El motivo de mi carta es sugerirles que sería una buenísima idea, que solo el ayuntamiento de Cártama podría llevar dignamente a cabo, el conmemorar dos hechos irrepetibles y únicos en la historia. El primero es el octogésimo aniversario del comienzo del periplo de la patrona de Cártama por tierras hispanoamericanas al cargo del rapsoda José González Marín para salvarla de la quema durante nuestra fratricida guerra civil y salvar así también el mayor motivo de orgullo e identidad de nuestro querido pueblo, que, además de por su noble pasado romano, árabe y cristiano, merece ser conocido en el mundo entero por la hazaña épica de una talla aventurera tan bella y delicada en tiempos de enfrentamientos, guerra y sangre. Esa imagen con más de cinco siglos de historia simboliza la inocencia y la bondad de españoles de ambos bandos que, como tantos cartameños de buena fe, se empeñaron en aquella guerra más en salvar a las personas que a las ideas que las enfrentaban, porque veían en el otro un hermano antes que a un enemigo. Uno de ellos fue sin duda José González Marín, cuyos desvelos por su pueblo y su intercesión por los cartameños prisioneros del bando franquista son de todos conocidos. La figura de la Virgen de los Remedios viajando por el mundo y regresando de manos de un cartameño universal con un corazón de oro puede servir de ejemplo a muchos españoles ahora que empezamos a estar faltos de referentes morales. Cártama puede enorgullecerse de tener como embajadora de belleza, de perdón y de reconciliación, mantenida por la piedad espontánea y popular de gente sencilla, una talla con una riquísima historia y con unas peripecias novelescas únicas en el mundo que deben ser más conocidas de lo que son y que están libres de todo partidismo político, porque la Virgen de los Remedios es de todos los cartameños de bien, y creo que el ayuntamiento de Cártama es el más idóneo para conmemorar la efemérides del modo más conveniente.
El segundo acontecimiento que conviene celebrar es, si cabe, más hermoso aún. Recordemos que, cuando José González Marín, arriba a Uruguay, el presidente del país, al enterarse de su presencia, le pide que realice allí varios recitales y le hace entrega de una bandera de la República de Uruguay como hermanamiento con toda España, sin distinción de bandos, a través de la Virgen y de Cártama. Y, tras Uruguay, hicieron todas las repúblicas hispanoamericanas la misma noble entrega de banderas como hermanamiento con los españoles de ambos bandos, banderas que, por cierto, adornaron los muros de ermita hasta los años sesenta. Este hecho es único en la historia: que un cartameño, su patrona y Cártama hayan sido el vínculo a través del cual todos los países hermanos de Hispanoamérica se solidarizan con el dolor de una España ensangrentada y en guerra y que ellos desean unida y en paz y armonía. ¿Qué mejor efemérides que esta para recordar que la Virgen de los Remedios no solo era la Virgen de todos los
cartameños, sino de toda España y de toda Hispanoamérica, un símbolo de reconciliación y sin nada que ver con la política? Creo que es una fiesta digna de recordar no solo en Cártama, sino en todos los pueblos de la comarca, que siempre han sido devotos de nuestra patrona, y para todas las personas interesadas en nuestra historia reciente.
Es triste que tales hazañas no sean más conocidas. Yo mismo, siendo cartameño, apenas sabía de ella casi nada. Si me enteré, fue porque, cuando premiaron mi biografía histórica Rosas de plomo. Amistad y muerte de Federico y José Antonio (editorial Stella Maris), se puso en contacto conmigo mi paisano Francisco Baquero Luque, que resultó que había sido también amigo de mi padre y autor de libros documentadísimos, y muy apreciados entre los especialistas, acerca de nuestro querido pueblo y su historia. Por ello, como amigo mío de confianza que ahora es, le he entregado esta carta para que él les haga ustedes entrega de ella. Con la esperanza de que Cártama, como suele, esté a la altura del alto pasado que la embellece, les escribo a ustedes, como representantes que son de esta villa, para que tomen alguna iniciativa cultural que conmemore la increíble y hermosa peripecia que salvó la talla en el abril de 1936. Y, por supuesto, cuenten conmigo si así lo desean.
Aprovecho para transmitirles mi gratitud por velar por mi querido pueblo.
Ex corde,
Jesús Cotta Lobato  

 A continuación enriquezco la carta de mi amigo Jesús Cotta Lobato con  este interesante testimonio que conocí de primera mano:
               Foto de arriba, trono que desde América le enviaron a la Virgen cuando se supo que durante la guerra el suyo hab´ñia desaparecido.

Foto de abajo, González Marín al comprobar que en  el trono regalado a la Virgen se habían insertado símbolos del bando franquista, lo rechazó y, costeó otro provisional cuya confección encargo al imaginero Mario Palma (hijo de Paco Palma, que llevó a cabo la restauración de la Ermita) que aparece en esta segunda foto esculpiéndolo.