jueves, 24 de septiembre de 2015

EL DON DEL GUADALHORCE (De m/l: "Ecos de la Alhóndiga")


EL DON DEL GUADALHORCE
                                             
                                             ***                                                         
El Guadalhorce no es sólo una corriente de agua. Es un cauce por el que advinieron a lo largo de siglos multitud de culturas que configuraron  la inveterada historia de muchos pueblos en los márgenes de su ribera. De sus aguas  se levanta, si es verdad que las ondas hertzianas perpetúan en el aire  los hechos, el eco del chapoteo de los remos de las barcazas púnicas que a contracorriente hoyaron su sinuoso curso y encontraron, al revolver de un meandro, un pueblo escondido en las agrestes faldas de dilatadas sierras, plenas de flora y fauna salvaje, al que llamaron en la jerga púnica, Cartha, que quiere decir, ciudad escondida.

Como el Nilo a Egipto, el Guadalhorce ha dado  carácter a los pueblos cabe  su  dilatada ribera, desde que meramente nace hasta rendir su curso en las aguas saladas del Mare Nostrum.  Así,  indistintamente, la Hoya de Málaga, le llamaban el val de Santa María --al Cortijo de la Alhóndiga no ha mucho tiempo le llamaban también Cortijo de Santa María, como es del recuerdo-- y otros singulares topónimos y muestras orográficas, en las que se asienta un puñado de pueblos (en época romana, según Avieno, fueron los “Pueblos confederados”, que  incluía a  Malaca),  que hincan sus raíces  en la oscura noche de los tiempos. Algunos de ellos (Palmete, Fadala, Benamaquí, Cupiana, etc), ya desaparecieron pero, su argamasa antropológica y el devenir   histórico de cada uno de ellos y los que subsisten, estuvo, y está   determinada por esa  arteria vital que es nuestro río.

Todo pueblo que se asiente próximo a un gran río y al hilo de  sendas ancestrales, como el caso de Cártama --ya da señales de estas sendas un miliario romano aparecido antaño en el cortijo de Las tres Leguas, que eso indica el referido miliario porque  esa distancia  hay de dicho  enclave  a Málaga--, tienen una profunda historia. En efecto,  existió una senda a cada lado del río, con ramales a distintos  pueblos de su entorno, que unían Antikaria (Antequera)  con Malaca.

En el  libro, “Caminos y pueblos de Andalucía (Siglo VVIII)” de  José Jurado Sánchez,  Colec. GalaXia, 1989, se hace  referencia de las rutas que desde el interior acceden a Málaga, de la que cito y comento una que ratifica cuanto a rutas o sendas llevo dicho; viene a decir: “...Se pasa el río de Málaga por barca de maroma (como la de  “Frasquito Baquero, “Talento”, en el vado de Venta Romero de Cártama cabe los antiguos pontones de madera), nace por cima de Antequera, y corre hasta entrar en la mar; sigue camino desde el río a la “Venta de Cártama”, a donde a  cinco tiros de escopeta se ve el cortijo de Casapalma. Desde él a la venta hay media legua, y a la derecha está el lugar de Cártama y en el mismo camino está el cortijo de Ratón y, cercano al otro lado del río, el de La Alhóndiga…”

La venta Ratón no era, pues, como creímos algunos, el propio cortijo de Ratón, pero entonces ¿dónde están sus ruinas o vestigios?. En el mismo libro, pag.51, se lee: “Supuesto lo andado hasta Coín desde Marbella, sigue...A legua y media de Coín, hay un riachuelo (río Fahala”) que tiene…; desde allí a Cártama hay tres cuartos de legua. Se sale a Cártama y, a la media legua, está el río de Málaga (deja claro que el célebre río Málaga que nombrara Avieno, no es  el Guadalmedina, sino el Guadalhorce, como matengo en mi libro “...El Juglar y la Virgen Peregrina”)…” que se cruzaba (personas bestias y carruajes durante las subidas del cauce, en  dicha barca de martomas.

Un intento de exaltar la bella historia desde sus remotos tiempos cuando era navegable y en sus márgenes contaba con algunos puertos fluviales --Peñoncillo, La Colonia, quizás  el Soto del Moro, etc, que nos dejaron hasta poco ha  algunos vestigios testimoniales (alguno que se alcanzó a ver hasta no mucho tiempo pasado y ya desaparecidos) nos lleva necesariamente a alternarla con una historia siquiera sucinta del territorio que bañan y riegan sus aguas, en lo que no puede faltar flora y fauna fluvial de una riqueza y belleza extraordinaria. Y, a eso vamos insertado en este tomo, “Ecos de la Alhóndiga”, que empezamos con  un opúsculo historiológico, sobre  la fauna salvaje que otrora poblaba sus sotos:  Gato montes, Jineta, Polluela del río o Chocha perdiz, Abubilla de los caminos, Avefría de los humedales y habares, Alzacola, Cuco,  etc.
                             
II
ASPECTO LÚDICO DEL RÍO

Otrora, el río y sus pozancones (lugares que por circunstancias tenían más profundidad en su lecho), era el único lugar  en el que solían bañarse  las gentes de estos pueblos ribereños, ya que salvo algunos económicamente pudientes, apenas se visitaban las playas, aún estando tan cercana a los de la vega baja (entonces sólo se podía viajar en caballería; eso lo dice todo) más que algunas familias económicamente pudientes, y eran las cristalinas aguas del río, con embriagador olor a tarajes y cañaveras las únicas “playas” a mano  para la gente menuda y mayores sin distinción de clase. En determinadas fechas del año  eran familias enteras las que bajaban a pasara “un día de río” asombrados en los sotos de sus márgenes. Así fue desde siglos y siglos, pues ya nuestros antepasados homónimos bajaban de las terrazas cercanas en do habitaban a abrevar en su curso formando algarabías orales inarticuladas.

No ha demasiados años que, como reminiscencia de una época a caballo entre el fin  del siglo XIX y la década de  los años cuarenta del XX,   los labriegos aún vivían en las casas enclavadas  a pie de tajo en las huertas de la ribera del Guadalhorce  y en las campiñas de secanos adyacentes; para subsistir, los  pequeños y medianos propietarios habían de labrar la tierra directamente  en durísimas jornadas de sol a sol incluidos domingos y días de fiesta.
 Ninguno (salvo contados casos) de los niños de estos abnegados labradores podía ir a la escuela para adquirir los inicios lectivos imprescindibles. Les enseñaban  las primeras letras, que solían ser  las únicas, vocacionales maestros que, como el “Bizco Antequerilla”, a despecho de inclemencias atmosféricas,  acudían diariamente  a  los diseminados cortijos, alquerías, haciendas y alhóndigas,  para  “enseñar al que no sabe”. De no haber sido por ellos, cientos y cientos  de niños habrían engrosado, aún más, el dramático porcentaje de analfabetismo   que durante siglos ha venido oscureciendo el destino de España.

 A principios del siglo XX, Cártama era un municipio eminentemente agrícola   con unos 6.000 habitantes, de los que,  3.000, vivían clavados en la tierra día y noche  de la forma antes dicha, en virtual promiscuidad con el ganado de labor y doméstico.

Un autor, describe  la Cártama campesina  finisecular de esta forma:     “La población rural es muy importante, y está dividida en 14 partidos con unos 3.000 habitantes, contribuyendo tan numerosos núcleo de almas  a dar a las campiñas  peculiares tonos de animación y alegría, pese a  haber sufrido las invasiones filoxéricas de los últimos años, que asolaron los riquísimos viñedos del término”, de los que se extraían reputados caldos conocidos en  Europa y América exportados por firmas del renombre de Larios y Fermín Alarcón Luján.
 
 Las 10.058 hectáreas del término municipal cartameño  se distribuían así:

1.053 Hª de regadío; 2.533 Hª de dehesas o pastos; 6.011 Hª de secanos (la mayoría de ellos transformados en regadíos con el Plan Guadalhorce en la década de los cincuenta), y, unas 80 Hª de edificaciones y yermos.

La mayor parte de estas tierras fueron cedidas por los Reyes Católicos, tras la conquista  de Cártama y otros pueblos colindantes en 1.485, a grandes señores  como pago de la colaboración que éstos con sus mesnadas y medios, prestaron a aquellos  durante la reconquista del granadino reino nazarí. Los titulares y sus herederos que conservaron esta tierras hasta no hace poco más de un siglo   fueron:

D. García López de  Riarán, capitán de la armada durante la toma de Málaga,  que recibió toda la Vega de Riarán cuyo villorrio señorial se llama aún, “La Colonia de Riarán”; Don Sancho Rojas, el Latifundio de Casapalma; el General Concha, marqués de Duero, el Cortijo Ratón; Don Alfonso Roldán, las Tres Leguas; Don Diego Salcedo, Venta Romero; Don José Alarcón Luján, que fue alcalde de Málaga e impulsó la construcción de Calle Larios: la  Alhóndiga, o, Santa María, y también el cortijo de Los Bermejales; Don Fermín Alarcón Luján:  Hacienda Los Remedios;  la Casa Larios: Doña Ana  y  Rovira, etc.

        Estas propiedades, unos las recibieron directamente de los propios Reyes Católicos por servicios prestados durante la reconquista del Reino de Granada del que formaba parte Cártama y su fortaleza, y otras fueron adquisiciones posteriores

       Por varias leyes de colonización promulgadas en los siglos XIX y XX,  y también, como veremos, por otras causas, estos  latifundios  fueron pasando a medianos y pequeños labradores; primero como colonos y aparceros y, después, en propiedad.  Éste trasiego lo motivó  bastante la plaga de filoxera que, a  finales del siglo XIX (año 1.878 hasta 1.891),  acabó con los viñedos, cuyos frutos industrializados (vinos,  pasas y otros cuales uvas e  higos pasas), debido a la exportación ofrecían notables beneficios económicos.

Pero exterminados por dicha virosis los viñedos, no quedó otra alternativa de  explotación que la horticultura  y  frutales de regadíos;   en secanos, cereales y frutales tales almendro,   higueras y la ampliación del olivar,  que sólo eran  ya rentables  para quienes labraran la tierra con sus manos --braceros cesantes de la viticultura-- y se resignaran, por falta de otra alternativa que no  fuera la de emigrar a América, a un nivel de vida pobre y de ominosa incultura para  sus hijos. De entonces viene el triste refrán que reza: “El campo empobrece, envejece y envilece”.

En cualquier caso, ello  significó para la ribera guadalhorzana,  y en especial para el municipio cartameño, una pacífica y natural    reforma agraria, no gubernamental,  en tiempos en que ésta era el debate nacional en el sentido de que solucionaría, aunque en parte, la imperante y consuetudinaria indigencia económica  campesina; la radical desaparición de cultivos con fines industriales y exportación como la uva,  que dio lugar a la  aparición de pequeños propietarios (aparceros), lógicamente  descapitalizados y, por tanto, víctimas de usureros e intermediarios de los que no podían redimirse, ni siquiera con una economía de subsistencia  e intensas jornadas laborales  de sol a sol en los tajos. Pero el sentido de la propiedad que adquirió gran parte de los peones de la tierra, imprimió a éstos un nuevo sello social  en su autoestima, aunque quizás el trabajo y sacrificios en una economía de subsistencia fueran más duro que antes. Esa clase del campesinado medio aún subsiste en nuestros días, aunque en un claro camino de extinción: Los nietos de aquellos primeros aparceros y propietarios de pequeñas y medianas explotaciones han ido reciclándose en entes urbanos con una más halagüeña calidad, material, de vida

 Las nuevas explotaciones minifundistas carecían  de mecanización.   Sólo existía el arado romano de palo, el chirivito, el “Pamplona” y algún que otro Brabante, tirados por yuntas. Con ello el labrador al tener que multiplicar  el número de cultivos al pasar de explotaciones  intensivas (vid y agrios) a la de huerta de variados productos, adquirió una nueva cultura enormemente rica por lo variado de los cultivos con sus respectivas herramientas ad hoc y peculiar nomenclatura que obligó al nuevo labrador a aguzar capacidad intelectual, ciclos estacionales, diversidad de cultivos con aplicaciones labrantías distintas unos de otros, incluso atemperadas a cada estación climática (cultivos de verano, invierno y primavera), e igualmente la ganadería asociada: a la salida del inverno se aquiría ganado para recria y engorde (feria de aabril) que aprovechara los subproiductos de huerta y explotación, con aceptable plusvalía al salir el verano (feria al efecto y de regocijo social y familiar  de septiembre  o, de “San Miguel”), variada forma de cultivo, herramientas nuevas, etc.etc., lo que le hizo más estudioso del medio en que hubo de desenvolverse.  Nada de esto hubiese sido posible sin el benéfico concurso de las aguas del río Guadalhorce, el río  del “pan de trigo” de los moros, y su red de acequias, también  heredadas de los moros.

Como quedó apuntado, a las haciendas de regadío y a las  de secano, se les asociaban como plus de subsistencia, ganadería familiar, explotadas a veces en estabulación en instalaciones ad hoc adosadas a la vivienda rural. Cuadras, y tinados y gallineros, se comunicaban por comodidad con la propia casa vivienda. Las corraletas, por salubridad estaban un tanto distanciadas de la casa. Cuando la familia era numerosa, los pajares igualmente comunicados con la vivienda a través, el tinado, servían también de virtual  dormitorio para los miembros varones  con sólo echar  una manta sobre la paja. Visto desde la sociedad del bienestar y el consumo actual, esta vida parecerá vil y dura. Todo, empero, es relativo.
 
La escasa  industria  existente era también  subsidiaria de la  agricultura: Molinos de harinas y piensos cercanos a los caminos y cabe   las acequias  cuyas  aguas movían los empiedro molares. La propiedad de estos molinos era  entonces  signo externo de gente pudiente (“Quien tiene abejas, ovejas y molinos, puede entrar con el rey en desafío”)  Citemos algunos de estos molinos de la vega guadalhorzana que  aún tengo en la memoria: El de  La Colonia, en la acequia de Riarán lindera a la del Barullo, que inspiró a un castizo  poeta andaluz (José Carlos de Luna ), un precioso poema  del que no me resisto a citar algunas estrofas
Lo que más me gusta a mí
   es un molino harinero
¡De trajín
 tan sencillo y jaranero¡.
Pienso y hablo --¡claro está¡--
del molino
que a la vera del camino
nos brinda con la sorpresa
de su blancura bonita
... y el son de su tarabita.
... Del que precisa la rima
cortijera
para hacer del trigo harina
y de la harina telera .
...Todo a la antigua usanza
sin remedios posteriores
al pie de las enseñanzas
que los moros nos legaron
cuando los moros anduvieron
por estos alrededores.......

          Y el “Molino de Carvajal” en acequia del Barullo (propiedad de D. José      Carvajal y Hue, que fue ministro), y el de Rovira en el cauce del mismo nombre.        Existían también varios molinos de aceite, tanto dentro del pueblo como en el diseminado rural,  hoy desaparecidos todos.  Y  alambiques de aguardientes: el de “Trascastillo” y el de Frías en  calle Santa Ana, que después fue almazara de aceitunas.  Algunas fábricas de chacinas que transformaban en productos cárnicos la cabaña ganadera de Cártama y pueblos limítrofes, entre las que “Industrias Prolongo” (hoy Soler, S.A), instalada sobre  1.830 (algunos años antes que llegara a este pueblo el ferrocarril), fue, y es, emblemática sobre ésta y otras industrias de aquella época, muchas ya desaparecidas.

 Tan intensa dedicación a la explotación agropecuaria obtenía  una superproducción de productos en  todas las estaciones del año, para cuya venta eran transportados  al mercado de la capital donde gozaba de especial aceptación e incluso, algunos, famosos, como los chumbos, que aún hoy se pregonan para su venta con    “denominación de origen”: “¡Chumbos de Cártama, dulces y reondos!”.

   Salvador Gonzalez Anaya, escritor y académico de  la R.A.L   (1.879 – 1.952), oriundo de Cártama  (su madre era natural de este pueblo),  cumpliendo la promesa que le hizo a ella, escribió en el año 1.950 una novela  (“El llavero de Anica La Pimienta”), sobre Cártama, en la que en relación a este típico fruto dice literalmente: “... Y subí al tren y arribé a Cártama. Pero salvo la Virgen de Los Remedios, algunos parientes... y la escueta figura del aplaudido Gonzalez Marín, en la villa no tropecé con cosa alguna digna de mención novelística, sino chismes y chumbos ”. Cuando en su despacho de Málaga le reproché tal mención, me dijo:      “¿Te duele el panorama, eh...?. A mí, que soy cartameño, también. ¡Que se enmienden  de una vez nuestros paisanos...!” No se hace esta mención al higo-chumbo gratuitamente. En aquellos años de hambrunas  --de la   “churripampa”--, a veces las gentes, a falta de algo mejor con que llenar el estómago, se daban una pechá de chumbos hasta llegar a la ahitera, o  “atoro”, lo que dio lugar a escenas realmente jocosas entre el singular médico cartameño, José Cuevas, cuando había de “desatascarlos” con medios caseros en los propios esquilmos en la sierra de Las Viñas, como en una ocasión en que a falta de vasija y goma para lavativas llevó a cabo éstas con una regadera colgada de una viga conectada al vientre bajo con una goma de trasegar vinos.  Yo creía que  los fenicios, en su comercio con los iberos-turdetanos cartameños, compraban a éstos,  entre otros productos de la tierra, el “rojo de cochinilla”, que, bajo  las chumberas, producía  el insecto “Coscus catti ”, que era embarcado en el puerto fluvial del Peñoncillo sobre el río Guadalhorce, entonces navegable, pero, mi amiga buena Noelia Hidalgo me ha demostrado que las chumberas tienen en Cártama un origen mucho mas tardío históricamente. No toda la culpa es mía; cometí el error de creer a uno de esos eruditos a la violeta que se la dan de investigadores.  Esta materia la utilizaban los libaneses de entonces para la fabricación de la púrpura con la que se tintaban las telas de oriente tan famosas en la antigüedad. Así, pues, parece que alguien no falto de fundamento, propuso (yo no lo he comprobado)  al  confeccionar el escudo de Cártama,  que en él figurara  un chumbo, con  igual motivo que el madroño figura en el de Madrid.
Hasta no hace muchos años, el trasporte de los productos desde las huertas cartameñas al mercado de Málaga, se realizaba con  medios del propio labrador (carretas, carros y bestias), o, mediante cosarios, entre los que se recuerdan, “Juaní”, Diego Díaz y Pitana.
Éste último fue, además, gran cantaor de flamenco que merece aquí  un comentario. Creó estilo propio y, según José Luque Navajas, “...el cartameño Cipriano Pitana, con otros, fue  cantaor que  está ya en la historia de la cultura española”.
 Pero su escenario natural era el pescante de su carro cosario, desde el que cada mañana, cuando hacía el trayecto Cártama- Málaga, sus malagueñas  “hijas de su vida y de su sol”, basadas en otras de Teresita la del Terralo, cartameña saetera,  y la Chirrina malagueña       (que se perdieron ), trasmitían en palabras musicales, embriagando los sentidos, el olor a biznagas de jazmines de las hembras ribereñas. Cuando Pitana caminaba en las noches estrelladas, las gentes se agazapaban a la vera del camino  a oírle cantar. Pero, como ejemplo de malagueña de Pitana,  es mejor recurrir al flamencólogo  cartameño-perote, Pepe Navarro, cofundador con Luque Navajas de la malagueña Peña Juan Breva, y sobrino de otro cartameño flamencólogo y erudito autodidacta,  “Paco Juan Ramos”, quien en su libro    “Malagueñas y malagueños”, anotó esta letra pitanera:  
.
“Para más martirio darme
mientes a quien más quería.
Yo te juro por mi vía,
que he de venir a cobrarme
 a toas las horas del día.

Esta composición está basada (como se dije antes), en la malagueña de la “Chirrína”, que nada tenía que ver con Teresita la del Terralo (que fuera  madre de Martín el “Chirro”, que no ha mucho  murió), y por tanto, es una recreación; pero las extraordinarias facultades de este cantaor, con su aguda y fina voz daban tal impronta a su cante que quedó catalogado y admitido como obra personal.
La argentina voz de “Pitana”, aguda como el más fino estilete y transparente como el agua del más puro manantial, no exenta de un regusto rebosando sentimientos, lograron que este estilo destacara de entre los demás rápidamente.
Tampoco “Pitana” fue nunca cantaor profesional, por lo que su cante fue poco divulgado. En algunas ocasiones cantó en el “Café de Chinitas”, pero siempre comprometido por amigos o paisanos.
Este cantaor fue elegido por el gran recitador, Pepe González Marín, para  que le enseñara  el cante de la trilla (como el Pena en Álora le enseñara otros palos), que él intercalaba en los poemas rimados, creando escuela a la inversa, entre los cantaores de la época.

 Dice Madoz, y la tradición popular, que antes de que en la época de Primo de Rivera se hiciera el puente de hierro sobre el Guadalhorce en la carretera Cártama a Málaga (joya de unión entre cartameños, que no de desunión), durante la época invernal las personas, bestias y carros cargados de frutos de la tierra, habían de pasar de una orilla a otra en una barcaza, cuyo último barquero, fue hasta 1.925  Frasquito Talento (padre). Un día, a su balsa, con él a bordo,  se la llevó una súbita riada. Quedó varada y  está enterrada hoy  bajo los limos de las riadas en una haza  llamada, por ello,               “Haza de la barca”, cercana a  la  agarena noria de Carrión.

Según es sabido, al  barquero (padre de 12 hijos), “sólo pudo salvarle de morir en los embravecidos  torbellinos de agua turbia y pestilente del enfurecido río,  un milagro de la Virgen de Los Remedios”. Un dosel cubre-púlpito que, con su nombre bordado regaló Talento a la Virgen, da fe de este hecho. (Véase el capítulo “Hechos extraordinarios”,  del libro,  “El juglar y la Virgen Peregrina”) y la milagrosa salvación de la muerte de un hijo soldado en la guerra de Marruecos.

Es de señalar que el crecimiento de alfabetización  de Málaga y provincia entre 1.860 y 1.930, fue muy lento (el más bajo de  Andalucía) “pues mientras la tasa de alfabetización en España creció 18.6 puntos y la andaluza 11.9, la malagueña sólo creció 6.6 puntos”.

El entramado social urbano de Cártama de finales de siglos (1.903), podemos resumirlo con estos datos:
                                                          
Alcalde, Miguel Gonzalez Negrete (padre del recitador cartameño José Gonzalez Marín)  instaurador de la ya citada feria de septiembre para facilitar la venta del ganado terminado el verano; feria hoy desaparecidd.
Secretario: Arturo Muñoz de Toro y Moreno
Juez municipal: Francisco Roldán y Salcedo
Fiscal: Diego Marín Díaz
Secretario del juzgado: Cayetano León de Selva                                           
Teniente de la Guardia Civil y Jefe de Línea: José Aladro Sánchez
Cura párroco: Félix  Rosso del Prado. Vivía en el hoy llamado Lagar de Rosso en la “ Cuesta Colorada”.
Teniente cura:  Natalio Aranda Mairena
Cura castrense: Manuel Berlanga Baquero “El cura Berlanga”
Maestro de instrucción pública: Félix  Ruiz Extremera
Maestra de instrucción pública: Matilde Jolín
Escuela privada: Vicente Pérez Mairena, que ejercía también de encuadernador y librero municipal y particular, y en los años 30, Ignacio y nuestro personaje “ El Bizco Antequerilla” y su esposa “ Doña” Ciriaquita, de pábulos.
Alguacilillo: “Gasparillo”, quien, previo toque de trompetilla para centrar la atención del vecindario, en los emboques de las callejuelas pregonaba en alta voz los edictos del alcalde. (Foto de la trompetilla)
Romanero municipal: Juanillo de la “Tota” y, después, Antonio Porras, “Cueto”                                     
Molinos de aceites: Herederos de Fermín Alarcón. Hacienda Los Remedios, hoy Tintero campero .- José Alarcón Luján ( calle Alarcón Luján, “casa del carbón”) .- Eduardo Espinosa ( en Calle Enmedio, antigua escuela de Francisco Romero y doña Mercedes, en donde hasta no hace mucho se conservaban pozuelos y tinajas )..-Diego Marín, en la punta del pueblo camino de Coín .- M. Roldán.
Aguardientes: Miguel González Negrete (alambique en Calle Santa Ana, después también molino de aceite).- Diego Salcedo.- José Salgado Faura               (también farmacéutico que tuvo la botica en la Plaza, antigua casa del Ayuntamiento).-
Albañiles: Agustín Cañamero Martín, Antonio Cañamero Torres, Claudio Cañamero Ramos, Diego Cañamero Torres.-
Albardero o albardonero: Francisco Rodríguez Marín (Frasquito el albardonero, que vivió en calle González Marín, junto actual relojería)      Alpargatería :  José Gómez.-
Banquero (prestamista): Cayetano Selva León y en mayor escala Fermín Alarcón Luján .-
Cafés–Restaurantes: José Rodríguez Ramos (bisabuelo de los actuales “Cocos”); Juan Villasana Aragón y otros tipo “tascas”, como la de “Cucharón” en La Plaza       ( “ taberna de los obreros”) .-
Carretero: Constructor de carretas y carros, arados de palo, etc : Bartolomé Pérez Mairena y posteriormente, por los años 40, Miguel de Miguel, que tenían la carpintería junto a la tripería de Mora, y, el Ñaña que la tenía en la punta del pueblo en lo que hoy es Bar “La parada” .-    
Fábrica de cera: Juan Rodríguez Ramos.-
Curtidores y zapateros: Francisco  Benítez, Francisco Plaza, Claudio Roldán y Enrique Roldán ( Enriquito) que fabricaban zapatos a encargos.-       
  Droguería: Francisco del Pino Espinosa.-
Farmacias :  José Salgado Faura y Francisco del Pino Espinosa.-
Remitentes de frutos de la tierra: José Díaz y Mariano Ramírez y posteriormente José Vargas y “Perreche”.- Depósito de harinas y aceites: Antonio Anaya, Mateo Berlanga y Diego Marín López.-
 Hojalatero:    José Lozano, que  era un singular artista confeccionado a mano toda clase de utensilios de hojalata: Medidas para aceite (cantaras de 1/4, 1/2 y 1 @; litros, panillas y medias panillas), jarros, candiles, faroles de tinados, etc. Muchos recordamos aún a su hijo, que se llamaba Fernando,  quien siguió el oficio pese a  estar impedido de nacimiento: tenía que andar con ambas rodillas en tierra,  protegidas con trozos de ruedas de coches y, las manos, sobre dos cuadrados (cubos) de madera adheridos con sendas correas a las plantas de sus manos.-

 Fábricas de harinas: Herederos de José Carvajal  (ya citado en otro lugar  como molino), González y Tellado, y, Herederos de Santiago López.-
 Herrería: Juan Heredia .- Después, Juan Mora.......
Casas de huéspedes: Dolores Faura, Antonio Vela, Juan Villasana Aragón, Venta – posada  de Doña, en cuyo tinado estaba la yunta para encuartar los carros que se atascaban en la cuesta del Hoyo Espartero en la calle de la Carrera (hoy González Marín) que acarreaban a Málaga y Estación las frutas de Coín, Alhaurín, Tolox, etc  Después el acarreo se hacía en camionetas, siendo célebres las de Ramos de Coín y Trujillo de Alhaurín, a las que la chiquillería para quitarles frutas se “recolgaba” al aminorar la  marcha en dicha cuesta.-
Luz eléctrica: Compañía de González y Tellado, que se implantó inmediatamente después de desaparecer el alumbrado de gas de nuestras calles y para aparecer las bombillas eléctricas de 125 voltios y luz amarillenta que los zagalones, y menos zagalones, rompían con tirachinos a espaldas del alguacil–policía, “Gasparillo”, y así, tranquilamente, poder “pelar la pava” a oscuras, eludiendo para el menester  la “inquisidora” vigilancia de la suegra.-
Jardinero podador: Basilio García.-
Memorialista (que se dedicaba a escribir cartas a quienes no sabían hacerlo, o sea, al  90% del pueblo): Manuel Díaz (años después lo hacía, Antonio Rodríguez).-
 Panaderías: Mateo Berlanga Espinosa, que tenía la panadería en la calle de En medio frente al bar de Miguel Vargas; Miguel Gonzalez; Diego Rodríguez Díaz, en la plaza.-
Pirotécnico: Claudio Cañamero Ramos. Pasados los años el oficio lo ejerció su hijo Miguel Cañamero (“Morenito”) el encargado hasta no hace mucho de encender y echar las ruedas y cohetes durante la procesión de la Virgen de Los Remedios y las tracas en las ferias de abril y septiembre.-
Ultramarinos: José Torres y Cristóbal Gómez.-
Criadores de vinos: Herederos de Alarcón Luján, Manuel Bracho, Eduardo Espinosa y  Gonzalez y Tenllado.- 
Médico: Ricardo Muñoz Toro ( “ don Ricardo”), que vivía en las afueras del pueblo en una casa con jardín, palmeras etc. ubicada junto al Arroyo frente al Polideportivo, al otro lado de la antigua curva de los “ paerones”. Veterinario:  José Bedoya.-
 
      Sirvan estas breves pinceladas dictadas por el recuerdo directo y trasmitido,  para dar idea del  contexto rico de matices y variopinto, y al mimo tiempo, paradójicamente, de pobreza económica y lectiva, comprendida entre finales del siglo XIX y  la cuarta década  del XX.

         Los alcaldes que presidieron la corporación cartameña desde principios  del siglo XX  hasta los años cuarenta del mismo  en que murió el “ Bizco Antequerilla”,  fueron por orden cronológico:

1.889?.-  José Salgado Faura, ya citado como farmacéutico. Durante su mandato se trasladó el antiguo cementerio  de la villa, sito en la aún llamada haza de la cruz o del humilladero por debajo de la fuente del Higuerón,  a donde está hoy, compuesto de un sólo patio y otro más pequeño llamado “de los desgraciados”, porque en él se daba sepultura, sin rito religioso, a los que morían por suicidio o manifiestamente fuera de la religión católica. Era entonces Obispo de Málaga  Marcelo Spínola y Mestre, que realizó una visita pastoral a la villa con tal ocasión.

1.900 .-  Miguel Gonzalez Negrete (ya lo era cuando el desastre de Cuba y Filipinas en 1.898). Fue el creador de la feria de septiembre, o de San Miguel, en atención a su onomástica y porque en septiembre los labradores necesitaban una  feria para vender el ganado comprado en la  de abril,ya engordado con las rastrojeras y entresacos del verano. Si bien la feria de abril era, y es, la segunda de Andalucía tras la de Carmona y alguna veces ee la de  Sevilla,  la de septiembre es una de las últimas. En estas fechas, el Obispo de la Diócesis era  Juan Muñoz Herrera, que igualmente vino a Cártama en visita pastoral para bendecir el reloj que este alcalde puso en la falda del campanario, en donde sigue, con cuyas campanadas se empezaron a regir, supliendo a las de la Ermita, los horarios laborales. Entonces contados eran los que llevaban reloj, y sólo de bolsillo.
       Era este alcalde de los llamados “ de monterilla” por su forma de gobernar imperativa y caciquil.

1.908 .- Miguel Berlanga Baquero toma la vara de mando el día  19 de junio.

1.910 .-  18-11. Es nuevamente alcalde José Salgado Faura, que deja el cargo para marcharse a Madrid en donde adquirió una farmacia, en donde precisamente ( como explico en otro libro en ciernes), estuvo escondido Gonzalez Marín en junio de 1.936, al caer en desgracia de los políticos por unas palabras que pronunció en un recital en el Teatro Español al que asistía el Presidente de la República, hasta entonces admirador y amigo suyo.
            Esta botica se convirtió, por estas circunstancias, en lugar de tertulia salrededor de Gonzalez Marín, a la que asistían poetas, dramaturgos, periodistas, artistas de teatro, etc. que le eran afines y aconsejaron se fuera de España, lo que hizo llevándose consigo la Patrona de Cártama, La Virgen de Los Remedios, que durante año y medio recorrió en sus brazos todas las repúblicas americanas desde el cono sur a Estados Unidos, en donde para su culto, le regalaron el  órgano que aún existe en la parte alta del coro de la parroquia con una inscripción que recuerda este hito. (En mi libro “El Juglar y la Virgen peregrina” amplío sobre un singular hecho mariano, único en la historia de España)