martes, 4 de noviembre de 2014

UN MORITO, PRIMER ERMITAÑO DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS


   
      
          Cártama era ya asentamiento humano en la noche de los tiempos, como atestiguan depósitos ancestrales que constantemente afloran en su solar. De ahí que, inevitablemente, a  lo  largo de los siglos haya sido  protagonista necesaria de  toda clase hechos prehistóricos que son del misterio y, otros, de épocas ya  históricas, pero que,  la inexorable lija del tiempo ha ido borrando de la memoria popular a la  que llegaron por la tradición oral en forma de leyendas que siempre tienen un verosímil  punto de ignición real.
         Con la guerra civil de 1.936, desaparecieron los archivos municipales y parroquiales y, con ellos, infinidad de memoriales, anales, actas e infinidad de escritos testimoniales de hechos,  tradiciones  y leyendas  populares de la villa. La edad me permitió tratar  a personas   que conocieron dichos archivos, y me contaron cosas interesantísimas, que como decía antes, el tiempo ha borrado de la historia.  Una de estas leyendas, con más o menos visos de verosimilitud,  es esta que hoy cedo a mis lectores.
         En 1.484, un año antes de la toma de Cártama por los Reyes Católicos, y desde Alora -- a propósito: la serie Isabel no casa con la verdad histórica-- ya tomada,  el Rey Fernando  ordenó al Marqués de Cádiz que, con sus huestes que eran  parte del ejército cristiano, haciera una de las entonces frecuentas correrías de hostigamiento  por La Hoya del Guadalhorce  hasta Coín, cuya toma inmediata tenía prevista el monarca.
         Estas incursiones en territorio enemigo, llamadas “algaradas” o “razias”, se llevaban a cabo partiendo de los pueblos fronterizos dentro ya  del reino nazarí de Granada, unas veces adentrándose  los cristianos en territorio moro, como es el caso que hoy comentamos y, otras, los moros en el cristiano. La novela romance, “El abencerraje y la bella Jarifa”, recoge de forma ideal el ambiente de estas luchas fronterizas, en la que aparecen Cártama, Coín y Álora conformando  el escenario de dicho romance de fronteras.  
         Durante estas “correrías”,  se talaban olivos, higueras, almendros, viñedos,  se quemaban cosechas  de cereales y se arreaban piaras de ganado vacuno y caballar  hacia las tierras  del invasor, todo ello para arruinar y debilitar la defensa de pueblos enemigos y sus ejércitos, haciendo así más fácil  su  derrota y la conquista de la plaza atacada.
         Efectivamente, la “razia” de 1.484 fue  preparatoria de la toma, en abril de 1.485, de Cártama, Benamaquís (que fue arrasado), Coín, los Alhaurínes y otros pequeños pueblos y alquerías, algunos de los cuales desaparecieron, como Fadala, Pupiana, etc.                
         Si la población civil no se percataba a tiempo del avance del enemigo en “algarada” y, algún vecino era sorprendido  en huertos, caminos, abrevaderos, molinos, etc, su suerte estaba echada: los hacían prisioneros para después venderlos como esclavos, según la costumbre de la época. Precísamente la mentada novela romance, “El Abencerraje y la bella Jarifa”  describe  caballerescamente un episodio de internada desde Alora de moros por tierras de enemigos.  
         Durante dicha “razia”  de 1.484, las huestes del rey católico cogieron prisionero, entre otros, a un moro  llamado, Alhaberque Zaimén, dueño de un importante negocio de especerías ubicado en las cercanías del zoco. Tras el rapto de Alhaberque, hubo de hacerse cargo del negocio su único hijo, un mozo de cómo  17 años  llamado Abdulá Zaimén.
          Ya en abril de 1.485, el Maestre de Santiago con sus mesnadas tomó Cártama; expulsó de ella a la totalidad de sus pobladores moros, dado que  Los Reyes Católicos  querían hacer de esta plaza una fortaleza militar estratégica  para la futura toma de Málaga, luego llevada a cabo en 1.487. Cártama siempre fue la llave  de entrada a Málaga desde otros puntos por la ruta este, y, en cuanto fue tomada, el Rey reunió a su Estado Mayor en la Alcazaba, sita en el Castillo,  para diseñar la estrategia militar en  la toma de Málaga. Formando parte de ese Estado Mayor, estuvieron en Cártama personajes sobresalientes de la historia de España.
         Al saber Abdulá Zaimén (que desconocía la suerte seguida por su padre tras su secuestro un año antes),  que su casa, cargada de emotivos recuerdos, iba a ser adjudicada por el Concejo de los conquistadores al repoblador castellano, Juan Sinalma Parejo,  herrero que había acompañado al ejército real, se negó a exilarse; cerró  su casa, echó aldabas y cerrojos a la puerta y atrancó las ventanas con fuertes tablas fijadas con gruesos clavos, los conquistadores creyeron que él estaba   dentro.
          Cuando los soldados del Maestre de Santiago, al que los Reyes Católicos habían encargado la defensa y atención de la guarnición militar acuartelada, con vistas al aislamiento de Málaga por el Este,  echaron abajo la puerta de la vivienda del joven especiero,  Abdulá Zaimén, por más que le buscaron en el interior del inmueble,  y en el pueblo, no le encontraron.
         En Cártama, como en todos los pueblos y ciudades que tomaban Isabel y Fernando, implantaron  la religión católica e hicieron  iglesia  la mezquita musulmana,  bajo la advocación  de la Encarnación: “…Por la mucha devoción que Nos tenemos a Nuestra Señora La Virgen María en el Misterio de la Encarnación de Nuestro Señor Yesu Cristo, queremos que … la Iglesia Principal de cada una de las Villas e lugares de su Obispado      ( Málaga) sea titulada en nombre de Santa María de la Encarnación...” Esta era su oración de implantación del credo católico  en casi todas las plazas que tomaban, incluida Cártama.

 No obstante, cuando en 1.505, D. Diego de Deza, arzobispo hispalense con sede en Segovia, ordenó que fuera reconvertida al uso exclusivo del culto cristiano la arquitectura del     templo-sinanoga-mezquita, la rebautizó con el título de Parroquia de San Pedro Apóstol, y así se sigue nominada.
Igualmente, y como se detalla en mi libro, “El juglar y la Virgen Peregrina”, sobre el agareno oratorio, que entonces ya existía  en la falda del monte, a cuyos pies Cártama dormita su historia varias veces milenaria, los  Reyes la convirtieron en  una pequeña Ermita (con los siglos varias veces reformada por causas diversas), en la que instituyeron como Patrona de la Villa a la Virgen de los Reyes, aunque pronto el pueblo llano, dada su ubicación, dio en  llamarla, Virgen del Monte.

A partir del 23 de abril de 1.579, el pueblo la tituló “remediadora” al ser remediada por su intercesión una terrible epidemia de peste; dicho nombre pudo ser por sugerencia  de los monjes Trinitarios que, entonces, en alguna medida, tenían relación con Cártama, aunque no Convento como en Ronda y Coín y, ayudaban sin regentarlo al Hospital de Cártama, sito en lo que hoy es Calle Concepción, entonces calle Hospital,  se la tituló Virgen de Los Remedios (que es advocación de dicha Orden), declarándose, desde 1.579, el día 23 de abril de cada año  como el de la Virgen de Los Remedios de Cártama, “por siempre jamás”, con celebración de solemnes actos eucarísticos y procesionales; y, así se sigue haciendo aún,  a los 435 años de dicho hito milagroso.
Volviendo al morito Abdulá Zaimén,  algún tiempo  después de la toma de Cártama, los nuevos repobladores del pueblo, cristianos viejos venidos de otras partes de Andalucía, Extremadura y Castilla, y algunos cristianos nuevos o moriscos, notaron que la pequeña campana eremita tocaba con un son especialmente musical y pegadizo. Para comprobar quien la tañía con ritmos tan singulares, subieron por el mismo empedrado  sendero que los moros usaron durante ocho siglos para acceder a la Fortaleza-Alcazaba y,  se encontraron que el campanero era un joven, vestido con zayal,  que se había instalado en un pequeño reducto del templo que,  a diario, cuidaba de las lámparas, hacía de guarda y abría la puerta de la Ermita, ya cristiana,  a la soldadesca  que ahora, como antes los musulmanes a Alá, rezaban a los pie de la virgencita serrana, que no era otra imagen que la propia que los Reyes Católicos llevaron hasta ese día en su tienda de campaña, porque al faltarles iconos  realizados en el taller que la reina Isabel tenía en Sevilla para instaurar en cada plaza tomada, la donaron a  Cártama.
Los nuevos vecinos cartameños, atribuyeron a la influencia milagrosa de la Virgen, el que el joven Abdulad Zaimén, se librara  del exilio y fuera inspiradora  de su conversión al cristianismo, siendo así, según cuentan las viejas leyendas,    el primer ermitaño que  tuvo nuestra Patrona, menester que han venido ocupando generaciones de familias a lo largo de los siglos hasta hoy. (De mi libro, “…El Juglar y la Virgen Peregrina)