viernes, 12 de septiembre de 2014

DE NUEVO EN LA BRECHA



                     
          Unas dolamas concadenadas me han tenido tres  meses, chispa más chispa menos,  sin escribir un solo renglón en ninguno de los medios en los que habitualmente lo hago. Hoy, y hasta que Dios lo quiera,   inicio con este artículo  una nueva singladura: en él me salgo  de los usos y costumbres de estos tiempos, pues no va de política tal ésta actualmente se entiende, y sí vuelvo, a los 30 años, a  temas culturales..

         Las mentadas dolamas sí me han permitido dedicar todo este tiempo a la lectura; a releer, más bien. ¡Qué gozada saborear nuevamente de forma sosegada los textos de nuestros clásicos…! Han arribado a mi caletre, sediento ya de bellos pasajes literarios, casi todos los autores del siglo de oro: Cervantes, Quevedo,  Calderón, Góngora, Lope de Vega (éste me ha llevado a rememorar dos composiciones de su obra, La Dorotea), que siempre me arañaron en el espíritu por  su profundidad filosófica uno, y, por su relación con Cártama, otro:

                            1º.-    “A mis soledades voy,
                                      De mis soledades vengo,
                                      Porque para andar conmigo
                                      Me bastan mis pensamientos…(1)

(1).- Jamás el ser humano, estando actualmente  tan acompañado, se sintió tan solitario y desamparado .

                                                        

                            2º.-    Fue Lope de Vega uno de los autores clásicos que, con Cervantes y otros, introdujeron en sus obras alusiones a la novela-romance fronteriza, “El Abencerraje y la bella Jarifa”, tema que también trataron autores extranjeros, entre ellos, el francés Chautoubriand (“El Abencerraje”). Dicho romance sitúa a sus protagonistas y su bella aventura amorosa en el espacio  geográfico que forman Antequera, Alora, Coín,  Cártama. El erudito profesor cartameño, Francisco del Pino Roldán, es quien mejor ha expuesto este tema en su formidable libro, “La Villa de Cártama. Referencias literarias en prosa y verso”. Comparto el concepto que de cultura tiene el citado docto cartameño que mientras en su pueblo, al que honra y quiere, no es valorado, en Vélez Málaga, en cuyo Instituto de 2ª Enseñanza ha venido impartiendo docencia hasta su jubilación  le han puesto su nombre a una calle. Cultura no es posible sin estudios y, menos, sin lecturas, hoy sustituidas por la “telebasura” y el dictado de eruditos a la violeta promovidos oficialmente algunos. Hoy pasa por culto un fulano que elige una piedra de entre las de un majano y sacando pecho te endiña hasta el nombre del moro que se limpió el culo con ella cuando los moros anduvieron por estos andurriales..

De la abulense  Santa “inquieta y andariega” que escribió del aroma de Dios, tengo dos motivaciones personales de su mística poética susceptibles de dedicarles una breve referencia:

“Vivo sin vivir en mi,
Y tan alta vida espero,
Que muero porque no muero…”

         ***
“Nada te turbe,
Nada te abata,
Todo pasa,
Dios no se muda…”.  



         Amén de lo dicho han salido de sus anaqueles para sustanciar mis relecturas, autores de la generación del 98 como Azorín, Valle Inclán, Unamuno (Dios me(te) conserve fría la cabeza/,caliente el corazón, la mano larga/, corta la lengua, el oído con adarga/,y los pies sin premura y sin pereza/…No por tus obras tus tesoros midas/ sino que el alma, de fe pura en pago,/ se levanta merced a sus caídas), Maeztu, Pío Baroja.

         Y así, en esos ejercicios intelectuales y espirituales renovados a los treinta años, fueron dictándome sus credos los de la Generación del 27, Mester de Clerecía, etc. etc. sin olvidar a extranjeros (Goethe, Verlaine,y griegos, entre ellos otra vez Homero, Horació y Virgilio  quien comienza su Eneida con esta oración que me  extasía “ Yo aquel que en otro tiempo modulé cantares al son de la leve avena…”) En mi niñez sacábamos en los alcaceles trozos de tiernos canutos de cebada y aplastada haciendo una cruz sobre la frente,  en efecto, conseguíamos un pito con el que se modulaba una monótona y peculiar musicalizad.

         Por enésima vez desde 1.944, releí la inefable égloga, especie de “cuento verosímil, del francés, Alphonse Daudet, que tan favorable acogida tuvo siempre en mi espíritu, del que he sentido necesidad de transcribir: “        “Es desde aquí de donde escribo (un viejo molino adquirido ad hoc) mi portón abierto al buen sol.

         Un lindo bosque de pinos, centelleante de luz, se precipita delante de mí hasta el pie de la cuesta. En el horizonte los Alpilles recortan sus finas crestas…Ni un ruído. Apenas, de cuando en cuando, el son de una flauta, un chorlito entre los espliegos, el cascabel de una mula por el camino…Todo este paisaje provenzal…es  exactamente el rincón que yo buscaba, un rinconcillo perfumado y cálido… no hace más de ocho horas que me he instalado y ya tengo la mente henchida de impresiones y recuerdos..Fijaos: ayer, cuando atardecía, he asistido a la entrada de los rebaños en un “mas” --- cortijo (a mime recuerda esto al cortijo de la Alhóndiga de mi nacencia y niñez y, los paisajes que se ofrecen a la vista desde la ermita de mi pueblo)---…y os juro que no cambiaría ese espectáculo por todos los estrenos a que he asistido en París”

         Tampoco han estado silentes en sus estantes durante estos tres meses de virtural ejercicio intelectual, mis viejos libros de filosofía, en especial los  de bachiller que aún conservo desde la década de los cuarenta (Lógica, Teoría del conocimiento, Ética (que comprende, según Aristóteles, a la política e, Historia de la Filosofía, etc)…La Filosofía es la ciencia (de indispensable conocimiento para una persona que se tenga por culta) que expone las doctrinas filosóficas que la razón humana ha desarrollado a través de los tiempos.

         El hombre, naturalmente curioso, se ha preguntado el porqué de las cosas que le rodean, de sus actividades  y de su naturaleza. Esta innata curiosidad desarrollada, sobre todo, en individuos especialmente dotados, han originado las distintas doctrinas filosóficas.

         Decimos de la mente porque la filosofía no se ocupa, propiamente, de aquellos asertos que han sido conocidos según los libros por revelación de un Ser Superior, pero que, de por sí, son inasequibles a la mera razón de los hombres

         Entrando muy someramente en la división de la historia de la filosofía hay tres épocas definidas en el devenir de la teorías filosóficas occidentales:

         1ª Filosofías precristianas o greco-romanas. Siglo VI a. C, hasta el siglo V después de J.C., con la figura cumbre de Aristóteles  que nos presenta un cojunto de verdades base de toda filosofía equilibrada.

         2ª Filosofía cristiana. Desde principios del cristianismo hasta el siglo  XVII. No es el cristianismo, obviamente, cuestión baladí. El cristianismo, por medio de la revelación, da mayor consistencia a las verdades ya encontradas e, indirectamente, nos ilumina otras. Establece un caudad permanente.

         3ª Filosofía moderna. Desde el siglo XVII hasta el xx. La época moderna, rechazando el concurso y auxilio de la revelación, rompe incluso (lo vemos a diario) con las verdades de sentido común.


         Y, ¿qué decir de la Historia, según Cicerón “testimonio de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida (cosa hoy olvidada suicidamente), y (ojo al aserto) anunciadora de lo porvenir”? Ha sido la materia que con más fruición he releído y que más ha inquietado mi espíritu viendo desde su perspectiva inexorable la España de hoy.

         Ruego a mis amables lectores que lo que se ofrece como crónica haya devenido en un miniensayo. Y, hasta otra, D.M..

                                                                       Francisco Baquero Luque