lunes, 5 de mayo de 2014

RANOS YOISTAS

                                                                                             

        


            
               Señalaba Descarte, cómo los vicios sociales son progresivos a par del  tiempo, y, sólo se atemperan cuando en el cuerpo social surge alguna crisis que sirva de catarsis. Pero, la actual aguda y plural crisis, no se vislumbra, precisamente, como terapia, sino todo lo contrario, se esa ya endémica enfermedad del espíritu que atosiga a España..

          Entre esos vicios es actualmente llamativo  por su magnitud asfixiante, el “yoismo”, del que se derivan  “egotismo”, “egolatrismo” y, en alguna equivalencia, el “egoísmo”;  todos incardinados en  la viscosa y pedante ignorancia, la altanería que deviene en signos de    misantropismo insolidario,  exclusivo y excluyente. Y uno, que es todo memoria y lengua, por prudencia callaito, callaito..., porque, lo que es decir, los honrados sólo decimos hoy  en España la mitad de la mitad. Todo, y más, a su acomodo, lo dicen los otros, los políticos.

         Es corriente el hecho de que dos amigos o amigas que se saludan,  uno le pregunte al otro por la salud: “¡Uf tengo unos dolores de piernas...” , y, el otro, sin dejarle terminar el desahogo que el mismo le había instado, se lo roba cortándole para enjaretarle “¡Pues arrímate a mi, pa dolores de piernas ¡yooo...! bla, bla, bla...” Y así, se podrían exponer miles de ejemplos que huelgan porque  todo el mundo conoce muchos.

         Pero, en donde esta lacra    alcanza cotas frustrantes para el común, es en la desmadrada  casta política actual, incrustada ya, determinantemente onerosa, en el tejido social: Viéneme a las mientes  aquel refrancillo campesino de un  padre que tenía varios hijos y, uno de ellos, no servía ni para dar puntas de batatas, ni siquiera llegó a aprender  el abecedario, es decir, no tenía  oficio ni beneficio, y sólo se ocupaba en echar barzones. El padre, cansado de las vagancias de su hijo, y temiendo que por ello  deviniera en maleante, le dijo un día “Tú, a guardar guarros, pues no sirves para otra cosa, pero no te quiero ver parao ni un día más...”

         Ahora, todo el que no sirve para nada en la vida civil, y más si es premioso  de mollera y llevadizo de personalidad, antes que luego lo enrolan en algún partido político. Es cosa vista y comprobada, con evidencias hasta en la misma presidencia del gobierno y alrededores. Por ello, al fulano (a) que de tal guisa se ve aupado, le embarga  la petulancia altanera y, a quien a su vera  se le ocurra opinar, le mira por encima del hombro, y todo  displicente le corta la plática para endiñarle él su rollo  pedantesco aprendido de carretilla, cuyo sujeto es siempre “yo, yo, yo y ¡yo!...” o el análogo artículo, mí, mí, mí, mío y para mí. Estos políticos (as) de hoy son los  consabidos espécimen que de nada saben y de todo entienden, o sea, las más grandes se les van y las más chicas se les escapan. Pululan en España de  la que ya la han hecho un remedo del    Rinconete y Picadillo cervantino. O, ¿es que el “affaire” de los ERE, Mercasevilla, los 10.000.000 de euros del ala  a la hija del virrey. Chaves (Solchaga de por medio) etc, no avalan mi mención literaria?

         Viene a  pelo con el caso,  aquella escena en la que don Jacinto Benavente leía, previo a su presentación en escena, una de sus obras allá por la década de los cuarenta. El argumento constituía, como el de casi todas sus creaciones literarias,  una denuncia de los vicios sociales. En el decurso de la lectura salió a relucir el ramplón vicio  a que antes me he referido, sobre el que el Nobel hizo una caustica exposición. Uno de los contertulios, aedo afamado, le dijo:”Maestro ¿por qué no me hace usted un poema para mi repertorio?”   Benavente se apartó a un velador cercano y,  tras un corto tiempo escribiendo en un folio, confeccionó un poema que se hizo famoso y aparece en todas las antologías. Y, así nació el afamado poema:

EL “MEETING” DE LA HUMANIDAD

En el “meenting” de la Humanidad
millones de hombres gritan lo mismo:
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo...!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo...!
¡Cu, cu, cantaba la rana;
cu, cu, debajo del agua...!
¡Qué monótona es la rana humana!
¡Qué monótono es el hombre mono!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
Y luego: A mí, para mí;
en mi opinión, a mi entender.
¡Mí, mí, mí, mí!...


                   ¡Vaya, vaya, vaya   con los políticos (as) “modernistas” !Mejor sea el año, y salvas  las consabidas excepciones que, haberlas, ahílas, y se notan. En todo caso que pesados son los hombres sapos y las mujeres ranas!. Y, España, se ha convertido en una inmensa y viscosa charca en donde pululan, estos saltarines y croantes   batracios.