jueves, 27 de junio de 2013

USOS Y COSTUMBRES DE ANTAÑO (De mi libro,"Ecos de la alhóndiga"


          

     Tiempos memorables  aquellos de risas y lágrimas (que eso es la vida), repletos de esas perdurables vivencias que alimentan  los recuerdos  del pueblo de nacencia y crianza; del recorrido de, a veces,  un sinvivir viviendo.

         Toca semblar hoy  las sencillas y caracterizadoras  costumbres de épocas pretéritas,  ya lejanas. Tiempos, en los  que, entre otras experiencias del calidoscopio del diario devenir  del pueblo (la intrahistoria),  solían dibujarse  las figuras de  pequeños comerciantes y expendedores de  mercancías para  el   consumo cotidiano en los hogares,  muchas veces  servidas a domicilio; una especie de mercadeo transeúnte.

          Cada mañana, sin distinción de estación climática, las calles  del pueblo, encajadas entre encalados portales y baldas de corrales, era una reminiscencia pintoresca de aquellos zocos agarenos que, del mismo lugar, quedaron  constancia  en los anales.


1.- AQUELLOS LECHEROS 

   Arreando una parte de su piara de cabras con sonoras cencerillas, el lechero día a día y muy de mañana, recorría  las calles lugareñas estableciendo,  de trecho en trecho, estación de reparto, a la que las amas de casa de un sector urbano acudían para que  les despachara la leche    ordeñada directamente de las ubres al cacito u olla.

 

Sus parroquianas  permanecían atentas al ordeño  para que el cabrero   no presionara demasiado los pezones del animal  para que la intencionada fuerza  del blanco chorro lácteo no produjera excesiva espuma en la vasija, ya que,  cuando esta se asentaba, la  panilla despachada  se queda en dos tercios. Siempre existió, y existe, tal   tira y afloja entre quien compra y quien vende, y más, en el menudeo.

 


            Nunca se supo   si aquel habitual pregón del lechero era tópico habitual que le brotaba  por deformación espontánea, o, socarrona intencionalidad: “Aaaamas ...,¡a la leche!”  Fuere cual fuere el móvil de tal sintaxis  del  rústico cabrero, las sufridas mujeres siempre se lo  andaban reprochando: “A ver si hablas mejor, cabrero loco; a la leche se va a ir tu abuela...”