miércoles, 15 de mayo de 2013

ESPAÑA MADRE DE RAZAS


                                                 


En el Museo Antropológico Nacional de Madrid,  existen dos curiosísimas series de lienzos pintados en el siglo XVIII que reflejan admirablemente  muchos de los tipos  étnicos que formaban la compleja población de las colonias españolas de América en dicho siglo, cuando en “España no se ponía el sol” (perdón: puede que algún “progre” me tilde de “facha” por invocar un periodo grandioso de la Historia de España sin seguir avergonzado de España los postulados de la falsa Leyenda Negra; pero eso es otro cantar no de hoy).

No sólo son interesantes estos cuadros en cuanto a demostración de raza, sino también por la indumentaria que visten los individuos, por los utensilios que completan la escena, por los oficios que insinúan ejercer, por las escenas mismas de ocupación domésticas. El autor de uno de estos cuadros es José Joaquín Magón, pintor del siglo XVIII; el otro es anónimo. Dan testimonio de la excelsa odisea del mestizaje de españoles con indios de distintas razas y negros, lo que dio lugar que engrandece la obra de España en América, y, allí los españoles crearon para los indios nativos, mestizo y propios españoles, las primeras universidades, obra cultural  en la que tuvo una enorme importancia la actuación de un jesuita cartameño de aquel siglo, el Padre Pedro Altamirano (nacido en la casa de la antigua panadería de Fijones en Calle Hospital de Cártama, hoy Concepción), que  fue creador de universidades en Cuba y Lima entre otras, amén de llevar a cabo una eximia labor social y  docente. Estemos, pues,  orgullosos de nuestra historia. ¿Será esto predicar en el desierto?  

En efecto, se ofrece aquí un formidable testimonio del cruce de gente tolteca y gente de los Andes, con españoles e indios de otras partes y negros.  Mientras el resto de naciones  (USA, Holanda, Bélgica, Inglaterra), masacraron hasta el exterminio a los nativos de los países que colonizaron (que explotaron),  los españoles y españolas se casaban con los indios y negros dando lugar a una nueva raza, que los propios escritores nativos agradecen en sus obras cumbres y eternas, cual Wasconcellos, Lummis, y otros como el guatemalteco mestizo Rubén Darío.