miércoles, 10 de abril de 2013

HISTÓRICAS ESTULTICIAS POLÍTICAS


                                            TRÁGICAS PRIMERA Y SEGUNDA REPÚBLICAS
                                       (Fuentes: Hemerotecas y tratados solventes).

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                                                          El Estado (sea bajo cualquier sistema) ha cumplido sus fines cuando ha asegurado la libertad y bienestar de todos" (Kant)

                                                                        ***

            Hablemos hoy de la primera,  11-2-1.873 al 29-12-1.874, enmarcada en el sexenio democrático y, del sistema cantonal que, entre otras distonías políticas, la caracterizó. Su praxis parece un cuento, pero fue una triste y dramática realidad. Como la segunda.

            Sólo exponemos una panorámica sucinta, dado que en este espacio sería imposible relatar lo que demanda un tomo de muchas páginas. Advino la 1ª República al abdicar el Rey ad hoc, Amadeo de Saboya: “Me voy, dijo, porque cada Español necesita un rey...”.El General Prim, que lo trajo, fue asesinado al llegar el rey a España.

            Tras Amadeo, se constituye la 1ª República. Fue su primer  Presidente, Estalinao Figueras, al que siguió Pi y Margall, federalista, que estuvo a punto de dar al traste con la multisecular unidad de España al  sancionar  en la Constitución Federalista que las Regiones eran Estados Soberanos, lo que llevó a España a un caos  desintegrador.

            Se  declaran Repúblicas Independientes: Cataluña, Málaga, Cádiz, Valencia, Granada, Sevilla, Alcoy, Cartagena, Algeciras, Almansa, Andujar y  otras más que, en muchos casos se declararon la guerra unas a otras. Un caso de ello, lo constituye Jumilla que declara la guerra a Murcia: “La Nación jumillana desea vivir en paz con todas las NACIONES vecinas y, sobre todo, con la Nación Murciana, pero si hoyara (sic) su territorio, Jumilla se defendería como los héroes del dos de Mayo y, triunfará en la demanda, resuelta completamente a llegar, en sus  justísimo desquite, hasta Murcia y, no dejar en ella piedra sobre piedra” Consta en los libros tal cual.

            Cartagena se declara neutral entre Jumilla y Murcia, y, a su vez,  Cantón Independiente y Soberano. Se hacen con el Gobierno Civil y el Militar; asaltan el Ayuntamiento y crea una Junta que, en nombre del Cantón gobierne el Nuevo Estado Independiente de Cartagena. Se apoderan  de  parte de la flota española  amarrada en el puerto  que se une a la sublevación, izándose la bandera cantonalista en el Castillo de Galeras. Bandera que, ¡oh cachondeo!, se hizo con otra turca de  fondo rojo encontrada en un almacén, a la que  le pintaron del mismo color la media luna y una estrella, ambas blancas; trapo  que erigen en símbolo del Cantón.

            Las Cortes rechazan este desmán cantonalista. Pero su Presidente, Pi y Margall (el Rajoy de entonces), alega en su discurso: “No hay más que dos caminos, o la política o las concesiones y, por supuesto,  mi idea es conceder lo que el pueblo pide...”: EL CANTONALISMO federal, como hoy propugna, más o menos, Rubalcaba”

            Poco después, y a la vista de a donde su estulticia  bonista  llevó la Nación española, Pi y Margall endilga este otro discurso también en las  Cortes: “Estoy hasta los cojones de todos nosotros,  y, me las najo, pero que ahora mismo...” En el primer medio que encontró a mano, enderezó  el camino de París y, nunca más, según dicen, se le vio el pelo por España.  Pero lo que dejaba detrás costó sudores, lágrimas y borbotones de sangre a  la Patria, porque acá, los experimentos solo con gaseosas. Veremos a donde nos lleva el temerario experimento que hacen nuestra casta apolítica actual.

            Le sustituye Salmerón, que se pasa por los chinales el discurso  institucional de su antecesor. De inmediato envía tropas a Cartagena para abolir su Independencia cantonal.

            Los cartageneros, con el armamento del Arsenal incautado y con la flota, resisten el ataque de las fuerzas del Gobierno. La Armada cantonalista mandada por el militar “progre” (esto viene de antiguo), Antoñete Galvez (para la plebe, “Toñete”) natural de Torreaguera, continua la ofensiva. El tal, da la orden de “a toa máquina”, y reforzada con 500 hombres del Batallón de Cazadores de Medigorría a bordo, llega a bombardear el puerto de Alicante y desembarca en la ciudad, en donde trinca 8.000 duros de plata (una pasta de la época) que “voluntariamente” le entrega la ciudad asaltada.

            Después hace lo propio en Almería, en donde exige la evacuación de las fuerzas militares y la proclamación del Cantón, sin perjuicio de recabar 400.000 pesetas de la Aduana y otras 500.000 de comerciantes y banqueros. Ante el poco amable recibimiento con fuego graneado de los almerienses, “Toñete” y sus huestes se dan el piro.

            Cartagena era de facto un país independiente, y como tal se consideraba con derecho a moneda propia, acuñando el “duro cantonal” con sus pesetas, para subvenir a los gastos de la independencia.

            La pantomima llega a extremos más que jocosos: El Gobierno de Cartagena se pone en contacto con el de los Estados Unidos de América al, que solicita su ingreso como un Estado más de la Unión, y pide ayuda, principalmente armas y pertrechos de guerra para mantener su independencia frente al poder centralista de Madrid. Hoy, Cataluña, no necesita pedir dinero para independizarse a país extranjero, se lo pide a Rajoy y, éste, se lo da.

            Estados Unidos, por medio de su presidente, el General Ulises Grant,  rechaza la descabellada propuesta, aunque parte del gobierno lo dudó al considerar la posibilidad de tener una base naval en Cartagena desde donde poder dominar el Mediterráneo. He aquí una muestra de a donde puede llevar a una nación soberana la estulticia de unos descerebrados políticos que, aún, lo que es haberlos, los hay. Y no pocos.

            Pero “Toñete” ya había probado las mieles del mando y organiza una marcha nada menos que contra Madrid con intención de tomarla. A Chinchilla (Albacete) llegó, desde donde corriendo con las  tropas gubernamentales  pisándole los alpargates de esparto de la zona, llego a Cartagena      .

            Simultáneamente, y dentro del mismo cachondeo, Granada y Jaén se declaran la guerra por diferencias sobre “sus fronteras”.

            Utrera se independiza de Sevilla, que no solo no reconoce la ruptura, sino que le declara la guerra. Una guerra que, ¡oh paradoja!, ganó Utrera por un Milagro, según el rumor,  de su milagrosa y famosa Virgen  de  Consolación,  "celosa" de la Macarena trianera, lo que no fue “óbice, impedimento, ni valladar” para que se produjeran más de 400 muertos de  ambas feligresías. En los mozos de Utrera alentaba una esperanza con la República Federal, en el sentido de que se acabarían las “quintas” y no tendrían que ir al frente. De ahí la copla:

                                               Si la República viene,
                                               no habrá quintas en España,
                                               por eso aquí hasta la Virgen,
                                               se hace republicana.

            Coria, célebre por su “tonto” --¿quién no ha oído hablar del “tonto” de Coria?—quiere independizarse, pero  no de Madrid de la que  ya lo era,  sino de Badajoz.

            Betanzos se declara independiente de la Coruña.

            Y Jerez proyecta su Catón, pero oliéndose que Salmerón, que no era como  Rajoy,  estaba ya  hasta semejante sitio anatómico de tanta mandanga “democrática”.  Este señor de quedarse callaito ante la arbitrariedad, ni mijita.  

            En efecto, Salmerón le ordena al general Martínez Campos que “leña al mono”, lo que éste estaba ya a punto de hacer por su cuenta y riesgo, como después en Sagunto, harto de una República que podría haber sido un oasis de bienestar para España, y unos politicastros de pueblo la convirtieron en un un corral de compadres y comadres ingobernable. 

            El insigne escritor,  Benito Pérez Galdós, en una de sus crónicas nos describe una sesión del Congreso de la siguiente guisa:

            “Las sesiones de las Constituyentes me atraían, y las más de las tardes las pasaba en la tribuna de la prensa, entretenido con el espectáculo de indescriptible confusión que daban los padres de la Patria. El individualismo sin freno, el flujo y reflujo de opiniones, desde las más sesudas a las más extravagantes, y la funesta espontaneidad de tantos oradores, enloquecían al espectador e imposibilitaban las funciones históricas. Días y noches transcurrieron sin que las Cortes dilucidaran en qué forma se había de nombrar Ministerio: si los ministros debían ser elegidos separadamente por el voto de cada diputado, o si era más conveniente autorizar a Figueras o a Pi para presentar la lista del nuevo Gobierno. Acordados y desechados fueron todos los sistemas. Era un juego pueril, que causaría risa si no nos moviese a grandísima pena”. 

            Los generales Martinez Campos y Pavía empiezan su limpieza  por la raya de Portugal, en  Andalucía, contra los cantones; van cayendo uno tras otro como cagajón por chorrera, y en un plazo que no llega a dos meses solventaron el evento. En  paredones (¡malditos  quienes dan lugar a la guerra!) se va extinguiendo los restos de la revolución cantonal, uno de los episodios mas surrealistas de la Historia de España, hoy poco conocidos.

            Los problemas que aguzaron aquella tragedia fueron:

            1.- Una profunda crisis económica.
            2.- Niveles de paro insoportables.
            3.- Población al límite de su resistencia política, económica y moral.
            4.- Falta de voluntad política para afrontar reformas estructurales.
            5.-Impotencia de los políticos para manejar la situación.

            Y de esto hace 140 años. Si a los cantonalistas de entonces le contáramos sólo una parte de lo que nos está ocurriendo hoy, quien sabe si su respuesta sería: “¡Idiotas...!” Quienes no recuerdan la Historia están expuestos a repetirla.