jueves, 17 de enero de 2013

RECORDANDO OTRAS ÉPOCAS: “EL DESTAPE”




         Durante un gran trecho del franquismo, en especial en el  dilatado mandato de Arias Salgado como ministro de Educación y Ciencia (el que “se la coge con un papel de fumar”, según  se apostillaba entonces de él), al que se unían los recalcitrantes puritanos,  cardenal Segura de Sevilla, Daniel y Pla de Toledo y Primado de España, y Pildain de Canarias, a los españoles nos tenían el sexo en un puño, o, como algunos afirmaban,  en la palma de la mano sin más remedio.

         Ello, quizás con la mejor de las intenciones para ahorrar  al paisanaje calorías dada la carencia de alimentos para reponerlas; fueron tiempos de hambruna, con cartillas de racionamiento al canto hasta para el tabaco. Periodo represivo en aras de un concepto de la moral de carril estrecho,  que se relajó  un tanto con la destitución de Aras Salgado y el mandato en el mismo cargo de Pío Cabanillas, en el tardofranquismo  (1.975).  Tocó a su fin, con el advenimiento de la llamada democracia y, subsiguiente proclamación de la Constitución de 1.978, para desembocar de lleno en el llamado periodo del DESTAPE; en él se pasó, según no pocos medios de opinión e historiadores, de un extremo opresivo a otro marcadamente licencioso, según el puritanismo precedente, y ello, con la plena aceptación gubernamental del desnudo (“destape”) como demuestra el premio que recibió la actriz del género, Susana Estrada, de manos del Alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván, del PSP, en un acto mundano-político promocional  con la presencia de políticos de relevancia nacional.

         El acto antes aludido, como tantos otros del mismo tenor, lo recoge el documento gráfico que sigue (fotografía de la izquierda), demostrando la foto de la  derecha que la premiada actriz merecía por su excitante palmito, cual de una Friné griega, el galardón otorgado y, algo más.

         Fue la culminación durante no mucho tiempo del boom erótico (en lo que no poco tuvieron que ver las turistas suecas)  dejando constancia de que, por fin, la intransigencia moral esgrimida y salvaguardada por el victoriano ministro Salgado y los cardenales de marras, había tocado su fin.

         Las extremos, como todo  exceso de uno u otro signo,  volvieron a su cauce normal,  con su sublimidad entrañable en unos casos y, su picardía gozosa en otros, como también nos da idea el siguiente testimonio gráfico, aún en blanco y negro, sobre  una pícara molinera de las que tanto abunda en nuestra literatura:


         El cine porno se puso durante un tiempo al alcance de todos los españoles, evitándose así, los que podían permitírselo,  el trabajo de trasponer  los Pirineos para  ver  en Francia, “El último tango”, con más fama que sustancia.

         En España, se pasaron entre otras, y en todas las salas de su geografía, cintas verdes protagonizadas por las españolas de tutifructi,   Cantudo, Bárbara Rey, la mentada Susana Estrada, etc, pero, la que obtuvo mayor afluencia y despertó más complacencia en  los amantes del género fue, entre otras, la explícita francesa, Emmanuelle,   según la novela erótica del mismo título escrita por Emmanuelle Arzan.


                                                                     Silvia Christi en una escena del film, Emmanuelle