lunes, 14 de enero de 2013

ASÍ VA ESTO



Que ellos, que acaban  de pasar por los cristianos lares de la hispana tierra,  marquen a España con su estrella un horizonte más halagüeño hacia el que encaminarnos, que el que nosotros mismos estamos dibujando para nuestros hijos y nietos.

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            De todos los fracasos colectivos, y por ende, individuales --a la colectividad la integran  individuos con rostros y nombres, sin los cuales no existiría--,  que atribulan  a los españoles en estos momentos, ninguno tan  llamativamente grave y determinante para sus vidas, como el retorno de un excesivo grupo de ellos  a la pobreza  que, para mayor dignidad, bienestar y progreso,  se empezó a superar a partir de los años  sesenta del siglo pasado, o sea (digámoslo a despecho de  los que está interesados en distorsionar la verdad histórica), en pleno franquismo, hoy tan denostado incluso por los que callaban durante su vigencia o, militaban en sus filas.

            Y, todo ello, para más evidencia de la incapacidad de los recalcitrantes panzaafrechos que hacen de la historia manchón de “pastureo” personal.

            Éstos, ha dilapidado la ingente cantidad de millones  de euros que graciosamente nos han venido, y vienen, de Europa, tanto en calidad de préstamos  (en muchos casos robados a los trabajadores para los que venían destinados, cual los  ERE en Andalucía y Peñarols  en Cataluña, y evadidos por cloacas ad hoc cuales subvenciones espurias, etc) y,  otros, a fondo perdido, con lo que han puesto  en serio entredicho nuestra democracia a la que no pocos cualificados políticos de plural pelaje tienen ya por un  fracaso.

            Dineros,  en efecto venidos de Europa y  no allegados con nuestro esfuerzo e iniciativa creadora de riqueza, que nos indujeron  a  creer eran “de nadie” (cual dijo una ministra “progre”) y nos alentó a vivir irresponsablemente en un imaginario  paraíso jaujino.

            Cuando nos han cortado el grifo del momio, y nos obligan a devolver las ingentes deudas contraídas de tal guisa  con Europa, hemos descendido en picado a cotas de indigencia equiparable a aquellas de las que nos sacó el vil general ferrolano imponiéndonos, eso sí,  una disciplina y un orden económico casi cuartelero, que, en hiriente paradoja,  ahora nos imponen por nuestra necedad, desde  Europa; y, ahora ¿qué?. Ello,  con un agravante: Que  hemos tirado por tierra todo el acervo de valores esenciales (tan necesarios en estos momentos)    que nos legaron, amén del ejemplo de laboriosa responsabilidad   nuestros mayores, los de alpargates y pantalones de pana; la historia no se sustancia en dos meses.

            A cuantos, como un servidor, conocimos muy de cerca la  nefasta II República, dos guerras civiles (1.934 y 1.936) propugnadas y provocadas, una y otra,  por gerifaltes  de izquierdas como, entre otros,  Largo Caballero, Azaña, Prieto, como por la cobardía y necia altanería  de una derecha egoistona,  y, ambas guerras ganadas por  el “innombrable” General gallego sin haberlas iniciado él (lean algunos la historia real), la situación actual nos produce especial desasosiego, y más, con el desmadre de que hacen gala algunos nacionalismos que pretenden fraccionar, saltándose a la torera la Constitución y la historia, el multisecular rostro de España.

            Los romanos que rebautizaron la Iberia griega  de Heródoto  como                   tierra de conejos (Hispania), la debieron nominar, más acertadamente, tierra de caines  (como se lamentó Antonio Machado)   y, de chorizos, aún más ostensibles.