martes, 4 de diciembre de 2012

SE NOS FUE NOVIEMBRE


                                               

                                                          A mi amiguita Ana Vera,
                                                           bonita como la madre que la ha parido.
                                                          Cuando ella sepa leer, seguro que yo no estaré,
                                                          salvo milagro, por estos andurriales
                                                                                                                                                                                                                                     

            Entre noviembre y mi espíritu siempre ha existido  una  empatía con cierto fondo  de tristeza. Es el mes en el que más nos pellizca  el alma la ausencia sin retorno de los seres queridos que se nos fueron.

            Hogaño, noviembre ya ha traspuesto con su estela plomiza por los celestes caminos de Sagitario; la Tierra lo ha despedido con  arpegios líricos ofrecidos con su lira por  Santa Cecilia, patrona  de la música. Hermoso, según me dicen (81 años y las dolamas priva a uno de goces que le eran habituales), ha sido el concierto que al respecto ha ofrecido la escuela de música de nuestro pueblo, una de las muestras culturales que deben prevalecer. Sin música para el espíritu,  como sin pan para el cuerpo, no se puede vivir.   

            Ya en el recuerdo, noviembre  convoca a las yuntas en las besanas para ir enterrando en los surcos honrada y lentamente abiertos por el arado en la madre tierra, cuyas amelgas   el sembrador  recorre  acompasando el paso al boleo de su brazo, cuya mano, va esparciendo en dosis exactas las semillas que va extrayendo de su enorme talego de saco amarrado por las puntas  y colgado del hombro; semillas que son promesas de teleras de pan cocido con unción de rito en las antaño  olorosas tahonas del pueblo.

            Este noviembre ha sido, como debe ser, para más bien que mal, sumamente lluvioso. Bendita agua que si ciertamente ha echado a padre río fuera de madre invadiendo los regadíos con sus limosas y pestilentes aguas embravecidas, es garantía de un verano sin sequía y de limo fertilizante para pegujales. Ya pasó y, bajo los limones cuya  copa las deja meteorizarse,  van apareciendo los jaramagos; en los lindazos y tierras sin labranza se enseñorea el paloduz de hojitas casi redondas y, bajo tierra, sus raíces que los niños con nuestras navajillas pelábamos para chupar su jugo, que es zarzaparrilla  natural, convertido por la industria en esos  palitos negros para chupar  llamados zara. Al, alimón con ellos van apuntando una miríada de hierbecilla (yerbas ignoradas) de regadíos.

            Junto al camino de la Ermita, empiezan a renacer los zapatitos del Niño Dios (o candilitos), prodigio de finura “con que Dios pisa la tierra”. En los montes,  tomillos y  romeros se ponen florecíos, que se acerca navidad y sobre ellos La Virgen María, según cantares de pascuas, tenderá los pañales del Niño Jesús. Las esparragueras ahíjan sin freno sabrosos espárragos que serán tortillas en  las mesas de los pobres; los hinojos  ofrecen sus olorosos canutos con los que, una vez “partías” entre dos piedras, se aliñan  en sus orzas acompañados de cabezas de ajos, las primeras  aceitunas. Y los pastos serranos ofrecen careos a piaras y piaras de cabras y ovejas.  Una orgía pánica de belleza y vida.

            Ya han llegado las moñudas avefrías que revoletean en bandadas sobre sementeras y tierras húmedas plagadas de margaritas buscando las lombrices; los tordos y zorzales herbajean en los habares  y degluten aceitunas en los olivos en los que por las noches  tienen su “queá”. En los arroyuelos, bajo los berros, zascandilea la agachadiza de patas y pico largos, cola redonda,  que cuando se le acerca alguien coge el vuelo a una zizagueante y endiablada velocidad que pone a prueba la puntería de cazadores.

            En la puerta de Madueño,  calle de en medio, en una olla con el culo boqueteado sobre la rústica hornilla de carbón,  Eloy asa castañas que vende en cartuchos de papel estraza hábilmente  hechos por él sobre la marcha. En este  puesto de castañas empezaba todos los sábados y domingos el pase hasta la punta (ida y vuelta una y otra vez)   de mozos y mozuelas a los que el son de “Suspiro de España” desde el altavoz exterior del Teatro Cine José González Marín, levantaba a ellos la moral para arrimarse  para  “arrimarse” a alguna joven y requerirla de amores.

            Los días entre semanas los niños y niñas, y no tan niños ni tan  niñas,  jugábamos  en las terrizas calles cogidos de la mano y cantando coplas de  rueda mientras danzábamos en corro:
   
            “Eres alta y buena moza
             Y te falta lo mejor,
              Los colores de la cara,
              La vergüenza y la razón
                               (Canción típica de Cártama)

            “Ya salió la niña el Bar,
               Ya salió la resalá,
              Ya salió la que decía
              Que no salía a bailar
                                        (Popular)

             “Si pretendes a una moza,
               Primero le pisa el pie,
             Y si te mira y sonríe,
            ¡Achucha que tuya es!
                    (Canto de rueda de Cártama)


            Son costumbres idas, sabe Dios si algún día volverán. En el  corazón de estos juegos hay toda una filosofía de sencilla ironía, a veces de picardía embozada que incluso se contenía en las canciones, todo ello muy difícil de trasladar por escrito a la comprensión de las gentes de hoy, nietos de aquellas generaciones, pero tan distintos.

            Yo me contento con poder satisfacer  mis nostalgias s mediante la lectura. Hoy leo a uno de mis poetas favoritos, Juan Ramón Jiménez:

            “La luna es entre las nubes,
              Una pastora de plata,
              Que, por senderos de estrellas,
              Conduce manadas cándidas...

              ... ¡Ay, dulces abrevaderos
             Del horizonte; aguas claras;
             Remanso de eternidad;
             Verdes  riberas erráticas...!

            ...La luna va lentamente,
             Desnuda, bella, extasiada,
             Cantando a la tierra ignota,
             Por sus caminos del alba.