viernes, 9 de noviembre de 2012

RELATOS BREVES





                   LA DESDICHA”, “LA PENA”  Y  “LA MUERTE

         Junto a los altos escalones de cemento que daban acceso a la caseta de  transformación eléctrica de la Cia, Sevillana en Cártama , a eso de la media mañana departíamos al agradable aire de levante, Enrique Marín y yo sentados en  dichos escalones y, Paco Juan Ramos y Julio Fernández,  veterinario. de pie. “La caseta de la luz”, que así la llamaba el vulgo, estaba adosada a la terminal de la tapia medianera de la cabreriza de “El Varguilla” y el patio del matadero municipal, en donde Julio el veterinario tenía montado el potro para  herrar el ganado vacuno, asnal, caballar y mular, amén de otras actividades como la capa de nulos y caballos, etc.

         En esas estábamos cuando, de improviso, nos aborda un “forastero de fuera”, recién llegado en el “cameón" de viajeros Cártama-Málaga, que tenía la parada en la puerta del cercano bar-fonda, de “La Coina”. Nos dijo que venía a Cártama a contratar  dos “criadas”, que así se  le llamaba entonces a las “empleadas de hogar”, y que si le podíamos ayudar  al efecto porque, “tengo noticias de que en este pueblo, amén de buenas trabajadoras, son leales y prudentes”. 

         Como por arte de magia, aparecen tres mujeres que venían del pilar de “Caños gordos”,  con un cátaro en un  cuadril y un cubo de agua en la otra mano cada una, que acarreaban a alguna casa (entonces no había agua corriente en  las viviendas) por lo que cobraban  un precio convenido para el cántaro y a otro para la  cubeta.

         --Mire  que cerquita tienes usted tres, acérquese a ellas y propóngale su propósito. Se les conoce  por el mote: “La Desdicha”, “La Pena” y “La Muerte”; el hombre que les acompaña con un búcaro en la mano es hermano de, “La Pena” y, por eso, le llaman “El Pene”...   

         El “forastero de fuera” terció la mirada hacia el cuadro que ofrecían  las tres mujeres y el acompañante masculino. Literalmente dio un respingo al comprender la razón de los  apodos y, dando más que de bulla media vuelta hacia el “cameón” Cártama-Málaga nos farfulló:

         --Hace poco  se me ha muerto mi mujer;  bastante pena y desdicha tengo ya en mi casa. Hasta otra, señores. 

         El “caméon” tenía ya los motores de  gasógeno arrancados para iniciar la vuelta a Málaga; oímos al “forastero de fuera” chiflar a todo pulmón y gritar: ¡Espeeeeren,  que me las najo...!