viernes, 2 de noviembre de 2012

LOS TOROS EN LA REPÚBLICA Y FRANQUISMO (II)


11 de julio de 1.936. La Patrona de Cártama, Nuestra Señora  de los Remedios, en los brazos del eximio rapsoda cartameño, José González Marín, ha cruzado los océanos  y se dirige desde el Brasil a Argentina, vía Uruguay. El Presidente de esta república, acude a un recital del aedo hispano y,  dicta un sentido discurso a la Virgen de Los Remedios llegada de la Madre Patria, entregándole una bandera nacional en señal de exvoto y confraternidad a través de  Cártama. 

            En España se encuentra ya perfilado   el golpe militar. El “Dragón  Rápide” contratado  en Inglaterra  por el banquero mallorquín, Juan March, vuela hacia a Canarias para trasladar al General Franco a Marruecos.  Mientras tanto, en Llano Amarillo se pone a punto todos los detalles bélicos del  ejército mandado aún  por  los Generales, Romerales y Gómez Morato, quienes por negarse a secundar el  alzamiento, fueron Juzgados y ejecutados el mismo  17 de julio; Franco aún no llegaría  de Canarias hasta el día 19..    Los legionarios en los cuarteles cantaban el “Himno de la muerte”. Las arengas eran proclamas de guerra.

            12 de julio.  Siguen las fiestas en Pamplona y, en su despacho, Mola coordina el alzamiento aturdido por el jolgorio callejero.  Última corrida de toros de Antonio Pérez Tabernero, que lidiaron  “El Estudiante”, “Rafaelillo”, Curro Caro y Pericás. En los tendidos  sigue el enorme gentío haciendo la ola: “El vino que tiene Asunción, ni es tinto ni es blanco ni tiene color...”

            En Madrid cae asesinado ese  12 de julio, el Teniente de Asalto, socialista, José Castillo. De inmediato su íntimo amigo, el Capitán Conde de la Guardia Civil, decide vengar su muerte y piensa hacerlo en Gil Robles pero, al no encontrarlo en su casa, van por José Calvo Sotelo,   al que un tal Cuenca le da un tiro en la nuca cuando con otros números lo llevaba a la Jefatura de Policía;  dejan su cuerpo en el depósito de un cementerio confundido con otros muertos. El día 13 en el Ferrol (después Ferrol del Caudillo) se lidian toros de la Viuda de Féliz Gómez, por los hermanos, Manolo y Pepe Bienvenida.

            Ante las crecientes protestas por la muerte del Jefe de la oposición parlamentaria, Calvo Sotelo, Prieto declara: “Es preferible una guerra, a que sigan los asesinatos”. El ejército ya estaba en ello; tenía  dispuestos  al efecto  unos 20.000 hombres de élite, en Marruecos.  Se rebelan la noche del  17 de julio en Melilla. La sangre empieza a correr imparablemente: España entera en los frentes y en retaguardia está con las armas en las manos, hermano contra hermano, padres contra hijos...

            En las plazas de toros, se cierran los paseíllos cantando, en un bando, el “Cara al Sol”  brazo en alto la plaza entera y, en el otro con la Internacional, los tendidos en pie  puño alzado.  

            Himnos de guerra entrelaza sus ecos con los elés en los redondeles de la muerte de un pueblo loco, loco, loco.

            Los niños sustituyeron, ajenos  a la enorme tragedia que se cernía sobre sus inocentes cabezas,  los cantes de la rueda por canciones llegadas desde las trincheras de uno y otro bando:

                                               Arriba, parias de la Tierra.
                                               En pie, famélica legión,
                                               Atruena la razón en marcha,
                                               Es el fin de la opresión...

                                                             ***
                                               Si me quieres escribir
                                               Ya sabes mi paradero
                                               En el frente de Madrid
                                               Primera línea de fuego...

            Y, a todo esto, unos y otros, ¡qué demostraron?