miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL FANTASMA Y LA MOLINERA


                      


 En “Los Cerrillos del Molino”, en tierras del Cortijo de la Alhóndiga, existía una casa con molino adosado (de ahí el topónimo), con tiro de bestia  para la molienda de cebos  y harinas en cuyas afueras, allá sobre  primeros del siglo XX,  solía salir lo que entonces llamaban, un “espanto”. 

Obviamente, no eran tal, sino que el "gachó” que retozaba con la hija de  la molinera,  se disfrazaba  de fantasma con una  sábana  blanca sobre la chorla y un farolillo de tinado en la mano, haciendo ostentosas   cabriolas con aquellas y, rotando  el farol en medio de la oscuridad de la noche, para  “espantar” hacia otros  caminos la  molesta presencia de transeúntes. 

Lo malo de aquel "pantasma",  o fantasma, era que, cuando sonaba el zurriagazo de su honda, el rebolo ya había salido de ella con puntería de avezado  cabrero  hacia la anatomía del que osaba intranquilizarle   con su inoportuna proximidad por el cercano camino  el ayuntamiento  que se tría con la briosa   cernedora (al parecer ésta era extremadamente  gritona en determinadas circunstancias), que, por otro lado, según  la tradición oral, estaba de muy buen ver y mejor catar. 

Ciertamente la  endiablada puntería con la honda  del pollo empicado en el peluseo con la almazarera, suscitaba aún más canguelo   que la fantasmagórica sábana y las luminosas espirales del farolillo de marras. Lo cierto era que pasar de noche hacia la vega de la Alhóndiga, o de Riarán, por el camino de  “Los Cerrillos del Molino", resultaba  tan peligroso como  atravesar  el Triángulo de las Bermudas; quiere ello decir que, lo más prudente, era  trincar por  otras trochas, que habíalas y, en su defecto,  campo a través tal estuvo establecido algún tiempo  por los designios de la honda del cabrero. 

 Todo acabó, según contaban los antiguos del lugar,  cuando uno de los rebolos  del susodicho galán impactó en el tricornio de un  número de la guardia civil caminera, el cual, ni corto ni perezoso y con el genio  de punta (póngase cualquiera en su lugar: recibir de buenas a primeras en pleno tricornio un tiro de honda con pedrusco),   aún sin tener ya blanco por la movilidad del macho vara, al tun tun,  vació sobre la oscuridad en derechura del fantasma las cinco balas del cargador de su mosquetón, moviendo el cerrojo del arma  más a priesa  que “se persigna un cura loco”; los  estentóreos fogonazos y el silbido de las balas en el negro silencio de la noche, era como para disuadir a cualquiera de amorosas  aventuras por muy tórrida que fuera la demanda de la bragueta y de las  bragas. Pero la mala suerte de que uno de los peñones lanzados por la honda del libidinoso cabrero, topara con el tricornio de un miembro de la benemérita, acabó con el sabaneo,  el faroleo y la follenda del cabrero y la molinera.

El molino, se llamaba también de “Vallejo”, que así se apellidaba su dueño, quien, al morir, dejó el cerraleón y empiedro en herencia a su viuda   e hija, que continuaron las faenas de maquila; gozaba la moza de fresca y oronda anatomía, lo que, lógicamente, despertaba los apetitos carnales del más  flemático de los mortales;  su primera y romántica  (como todas las primeras) aventura  de tal índole, no pudo terminar de forma más estruendosa ni radical. Maldecía a las circunstancias que  dieron lugar a tan drástico  corte de su placentera  aventura servida a domicilio   con nocturnidad entre los susurrantes olivos. 

Este legado de la tradición popular cartameña,  contado a mi manera, lo que no atenta contra la verosimilitud y que tiene por argumento los amores de la molinera, puede inscribirse, como una incardinación  más de nuestra historia en la nacional, en  la tradición temática de la literatura  española. Como una muestra, por miles, ¿quién no ha leído "El Sombrero de tres picos" de Pedro Antonio de Alarcón que incluye en su argumento los amores chuscos entre el Corregidor y la Molinera?.


Y el folclore no le va a la zaga a la literatura:



"...Yo vengo de moler morena
 de los molinos de arriba,

dormí con la molinera 
no me cobró la molienda..."