jueves, 22 de noviembre de 2012

CRISTO CAMPESINO




             El Evangelio debiera ser para el campesino una de sus referencias de más alto significado y refugio emocional más halagüeño. Jesús no proclamó  solemnemente su sublime mensaje en la puerta del templo, sino que lo fue vertiendo en el corazón de  las gentes,  que querían escucharlo, por  las aldeas y comunidades campesinas que orillaban los caminos terrizos de Galilea, Samaria, Judea, etc. Sendas abiertas entre mieses amarillas plenas de espigas reventonas de promesas de pan ácimo y, decía: “La mies es mucha y los operarios son pocos...”. Por entre los pámpanos  de los viñedos proclamaba: “Yo soy la vid y vosotros os sarmientos...” Sentado junto al brocal del pozo platicaba a la samaritana sobre el secreto del agua viva que brotaba de su corazón, única agua capaz de calmar la sed  en este mundo sediento de justicia. Y de paso por una ciudad se encontró bajo la parra a Marta y María, las hermanas de Lázaro.

            Aprovechó la imagen de la yunta que enterraba la semilla y regaló la célebre parábola con fondo de sembradores:   “Salió un  sembrador a sembrar...” “un hombre sembró su campo de trigo y por la noche el enemigo esparció sobre él cizaña...·” ,“ el pastor le inspiró: “...si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una (parábola del Hijo Pródigo). El poder infinito de la palabra de Dios con símil arbolario: “...el reino de los cielos es semejante a una granito de mostaza...” “¿por ventura se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos...” Y, la bella imagen del pastor que guarda su rebaño: “yo soy el Buen Pastor, y el Buen Pastor da vida a  sus ovejas...”  Y una invitación a la vida sencilla sin afanes frustrantes y,  a tener fe en la Providencia:  “mirad las aves del cielo, que ni siembran ni siegan no recogen en graneros  (insinuaba, cuánto mejor vosotros que sencillamente laboráis y dais vida a los campos que ofrecen en recompensa pan y vino eucarístico a los hombres). “Considerar los lirios del campo...pero ni  Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos...”,   “y si la hierba del campo, que hoy crece y mañana se echa al horno, Dios que así la vistió ¿por ventura no hará mucho más por vosotros?”

            Y quienes hemos vivido pegados a la tierra labrantía, podemos dar fe, a poco que conozcamos el Evangelio y  tengamos un ápice de sensibilidad abierta a los fenómenos que nos ofrece el mosaico variopinto de las campiñas y las riberas, que por las realengas, trochas y angosturas pasa a diario errante la sombra de Jesús con una vara de fresno eterno peregrino del Amor y la concordia entre los hombres.

            Estremece cómo  los campos arados, los milenarios olivos, los paralelos surcos abiertos en la tierra con  tempero, las cepas  y las parras, los lirios, las higueras, las lomas y las piedras, y todo ese mundo eterno (aunque ahora arruinado y deprimido por políticos ineptos y sin conciencia lo han arruinado con el beneplácito bobalicón del pueblo, que ya lo empieza a pagar), planicies de belleza sin par, libertad y orden natural, fue el argumento fundamental del Hombre-Dios  para hacer llegar a los hombres el mensaje de paz, de verdad y de  justicia más sublime que jamás ha hollado los oídos de la  humanidad.