domingo, 21 de octubre de 2012

MINIRRELATOS (LIBRO EN CONSTRUCCIÓN)


                                     SEQUÍA Y LLUVIA SOBRE LOS CAMPOS

            Aquel año, lo avanzado del otoño hacía temer al campesino que a la llegada del  verano “no se iba a poner era”, y ello sellaba en su cara  un rictus  de desasosiego y preocupación. Pese a que durante toda una semana la luna llevaba cerco, señal, según la atávica experiencia, de que la lluvia estaba próxima,  los días pasaban sin que los resecos terrones se mojaran, y lo avanzado de la estación  de las siembras tempranas (cebadas, alcaceles para pastos que evitan comprar piensos, arbejas, yeros, altramuces, etc) preocupaba   al hombre del campo que no preñaran las besanas, en donde residen las  promesas  de panes  y esperanzas de vida.

            Pero el agricultor vio como, aunque tardías, las lluvias bajaron de los cielos, “calaeras”,  en millones de   filamentos verticales,  que de inmediato al besar la faz de la tierra movilizaba miriadas  de pajarillos que, exultantes  y gorjeando, bendecían la mojada tierra en vuelos rasantes.  La cara del labriego se tornó jovial y eufórica.

            Apenas dos días después de escampar,  los campos labrantíos  eran un hervidero de yuntas abriendo besanas y amelgando barbechos ya esponjados y atemperados en donde, pintadas, o a voleo, el terruñero  iba esparciendo las semillas  que pronto serían mantas verdes sobre el marrón de los campos.