jueves, 22 de marzo de 2012

UN ROMÁNTICO APUNTE HISTÓRICO

ESTAMPAS DE ÉPOCA


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A finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, todo el tránsito de carros, carretas, recuas y gente de arriería --después camionetas y camiones--, que transportaban frutas y productos del agro de municipios circundantes (Guaro, Monda, Alhaurín el Grande y Coín) hacia los puestos de ventas en Málaga ó, a la Estación de Ferrocarril de Cártama para remitir los frutos al mercado interior, pasaban necesariamente por la calle de la Carrera (después de Abajo y, desde 1.935, de González Marín) de Cártama.


 
Debido a ello, y a ser Cártama punto intermedio del trayecto, existían en dicha calle una fonda y dos posadas, si nos fiamos de la memoria y tradición oral. Debemos hacer constar que según las anotaciones del viajero inglés, Richard Ford, en su libro, “Las cosas de España”, la diferencia entre unas y otras estribaba en lo siguiente: En las fondas, sólo se solía dar hospedaje a las personas, bien en tránsito o estables.
Antes de las posadas fueron famosas y sumamente pintorescas y románticas, las ventas. Fueron célebres la llamada, Venta de Cártama, cabe a la fina de Ratón hoy, y la de Venta Romero en el comedio de la carretera de Cártama a Estación. Junto a amabas en el curso del Guadalhorce, existieron sendas barcas y sus barqueros con leyendas.


 
En las posadas, amén de comedor servido por el posadero, o posadera, que ofrecía un limitado menú de guisos contundentes a base de garbanzos, habichuelas, las socorridas papas y, alguna carne, muchas veces de caza tan abundante entonces; todo ello consumido en sólidas y espaciosas mesas de gruesos tablones con lo que se evitaba la cercanía física entre comensales de procedencia diversa. En ellas, el transeúnte podía comer del contenido de sus alforjas, o bien, de los guisos mesoneros, al abrigo de una enorme chimenea, si era invierno, ó, a la sombra de la tupida parra, si verano. Pero, sobre todo, y ello era su mayor diferencia con las fondas, las posadas solían disponer de cuadras en donde dar cobijo a las caballerías del parroquiano de paso, bien de montura ó, de tiro de carros, bateas, tartanas, diligencias, etc.


 
La primera posada conforme se entra a la calle viniendo desde Coín ó Alhaurín y pueblos próximos antes citados, era la llamada “Posada de Doña”, ubicada en el nº 70 (esquina de la calle que emboca en el Molino de las Peñuelas, entonces molino de pienso junto a taller de elaboración de zarzos y cañizos de cañaveras, tan abundantes en las márgenes de ríos, acequias, almatriches y arroyos de este municipio). En el patio de esta posada, siempre había una yunta de toros uncidas para encuartar rápidamente a los carros y otros medios de transportes de la época, que solían atascarse en invierno en el llamado Hoyo de Espartero (un trozo de la calle Carrera), porque, al ser terriza esta travesía, los carruajes se atascaban; o simplemente no podía subir la cuesta de este trozo lo que también requería encuarta.


 
Otra, en época posterior, era la Posada de Cuartero, sita en la casa que hoy Cuartel de la Guardia Civil, e igual que la anterior, tenía su cuadra y una capacidad de hospedaje adecuado a la época en la que ya existía el automovil.


 
La fonda, y al mismo tiempo taberna, se llamada “Del Coíno”, sita en el nº 48 de Calle González Marín. Después, al ser regentada por la viuda del dueño, se llamó “Bar fonda de la Coína”. Constaba en su parte baja, amén del mostrador y mesas de madera con filillos de espárragos para que no cayeran al suelo las fichas de dominó, de una enorme mesa de billar para carambolas, la única que había en el pueblo En la izquierda, conforme se entra, separada del resto del salón con un tabique de madera con ventanilla, se despachaban los billetes de la diligencia, después tartana y por último autobús Cártama-Málaga, y viceversa, de la empresa Mitjana que tenía su parada enfrente de la fonda. Al fondo del saló había una puerta que daba a una amplia sala, que servía de reservado para tratos de fincas, compraventa de frutos, ganados, etc. entre labradores y marchantes. En los años cuarenta, esta sala fue alquilada por un practicante que puso en ella su consulta, venido de Melilla en donde fue teniente del ejército y, a cuyas órdenes, en 1.936 una compañía conquistó para el bando nacional el célebre cañonero Dato. ¡Cuantas veces le escuché contar en tertulias celebradas en casa, peripecias castrenses del día del alzamiento en Marruecos!


 
En el piso superior, con techo de madera y vigas vistas, estaban los dormitorios, que eran acotaciones con tabiques a media altura, de tal guisa, que cualquier evento de un parroquiano era oído por el vecino.


 
En una época ya más cercana, sobre los años cincuenta, al hacerse mayor Antonia la Coina, se quedaba sólo con la pernocta en el piso superior, y alquilaba el bar. En una ocasión se lo alquilaron lo vecinos de Cártama, Pepe Moyano y Juan de las Cabrerizas, gente de buen humor, siempre prontos a embromar al más circunspecto. Una soleada mañana invernal, cuando ambos limpiaban los vasos para tenerlos listos a la hora del vino, como siempre, con un brazo en el mostrador olismeando lo que ellos hacían, estaba el llamado “Pepito que me troncho”, vaya motes que se ponen en Cártama (“a este tío no nos lo quitamos de encima ni con zotal”), cuando les llega el pregón del vendedor de artículos de de belleza: “Llevo colonia añeja, aroma de oriente, nardo azul, brillantina clavel puro...” Los taberneros cruzaron una furtiva mirada y fue Juan de las Cabrerizas el que propuso: “Hombre Pepe, que se nos ha echado el tiempo encima y no podemos salir nosotros..., por favor asómate a la puerta y dile al tío de los perfumes a como lleva la brillantina pa el culo, a ver si me curo estas almorranas que me están matando...”


 
“Pepito que me troncho” lo dudó un poco, pero, Juan le apremió: “¡Venga hombre que se va el tío!; ¿es que no eres capaz de hacer un favor a un amigo...?. Entonces, “Pepito que me troncho”, desde el cuadro de la puerta interpeló al vendedor ambulante de esta guisa: “¡¡¡Ehhh, el de las colonias..!!! ¡A cómo lleva usted la brillantina pa el culo...!”

Al vendedor, aunque llevaba 20 años en el oficio y tratado con gente de todo jaez, con más tela cortada que la tijera del sastre de los Cardiales, le dejó un tanto descolocado, y más cuando en la esquina próxima del Pilita había un montón de gente tomando el sol, que ya estaba expectante a ver en que terminaba el singular evento. De pronto le vino la inspiración al vendedor, quien ni corto ni perezoso, en un segundo voceó la siguiente respuesta al majara y, lo que fuera, interpelante:

 
“¡¡ Tocaya, con perdón, eso depende de lo maricón del culo que sea usted...!!

 
Las congruentes contestación del vendedor, suscitó las unánimes y estentóreas carcajadas de las gentes que presenciaban la escena, mientras “Pepito que me troncho”, se quejaba a los socios: “Cabrones ¿por qué me habéis hecho esta putada?...”


De lontananza llegaba al bar el eco pregón del tío de los perfumes: “ Mocitas y mocitos: nardo azul, colonia añeja, aceite inglés (bichito que toca muerto es), flor de blasón, ¡¡¡clavel puro...!!!”